I: Kimberly Darling

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Tenía el cabello más largo.

Después de salir de la Casa de la Vieja Tormenta y volver a Toronto, ambos habían dejado de reparar en eventos insignificantes. Gideon parecía haber vuelto a ser el mismo... No, incluso parecía mejor que antes. Y Kim sentía que todo había vuelto a la normalidad. Simplemente, aquella noche se metió en el baño y reparó en que desde aquello, habían pasado unos meses y tenía el cabello más largo de lo que nunca lo había dejado crecer. Había pensado en cortarlo pero realmente ya no le molestaba.

Mientras el agua caía sobre su cuerpo con lentitud y la iba cubriendo en el enorme jacuzzi del departamento de Gideon, se sintió relajada. Éste leía en la cama y pensaba hacerlo por mucho rato aún. En esas fechas, había adquirido un especial interés en leer todo lo que hubiera disponible sobre civilizaciones antiguas que pudiera relacionarse con la condición que le aquejaría por siempre: El Brillo. Lo que sucedió en Brute D'Etoile le había dejado claro que necesitaba más información para protegerse y proteger a Kim de ello. Cuando tienes El Brillo tan cerca de ti, susurrando en las sombras, tratando de adueñarse de tu cordura, tienes que hacer algo más que ignorarlo y es lo que Gideon pretendía.

A veces, las visiones literalmente le hacían daño.

Intensos dolores de cabeza hacían presa de la suya. No sabía que hacer. Pero sabía que tenía que hacer algo.

Kim estaba consciente de los efectos de El Brillo en Gideon y solía dejar en su mesa de noche, varios tipos de aspirinas para calmar su dolor de forma momentánea. Gideon insistía en no tomarlas y soportar lo insoportable. Kim terminaba dándoselas contra su voluntad mientras le besaba con gesto tenso y éste se daba cuenta que aquel no era un beso desinteresado, de manera que se echaba a reír, mientras tomaba con rapidez una botella de Fiji del frigobar.

Reclinando la cabeza contra el borde del jacuzzi, Kim recordó con asombro su época del bachillerato. Fuiste una estúpida, Kimberly, pensó.
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Aquella noche, Kim y Scott volvían de la fiesta de cumpleaños de Stacy; los padres de Scott insistieron en que acompañara a Kim a casa y aunque no vivía lejos y Scott sabía que su novia era ruda, fue una de las pocas veces en que coincidió con sus padres en que era mejor ir con ella.
Scott no esperaba nada de aquella noche, ni lo imaginaba. Kim pensó qué tal vez era una buena oportunidad para ambos, puesto que su abuela estaba de visita con su tía. Por entonces, Kim no tenía roommates y además de su gato, un costal maullador y perezoso de un indescifrable tono de gris y su abuela, no vivía con nadie más. Pero, como dije, su abuela estaba con su tía.
Para sus adentros, Kim Pine había planeado dar lo más preciado de su cuerpo a su novio. Pero... ¿Y si la rechazaba? Nah, Scott ya había tenido novias ¿No? Había hecho un agujero en la mismísima luna por ella, ¿No es así?

Imposible que la rechazara.

Hablaron poco en el camino mientras el viento arreciaba y una tormenta súbita de nieve, los sorprendió. Scott llamó a casa una vez entraron a la casa de Kim y sus padres estuvieron de acuerdo en que lo mejor era esperar a que pasara, de manera que podía esperar en casa de Kim.

Kim pensó que incluso el clima estaba a su favor. La tormenta les daría tiempo.

En realidad, todo avanzó rápidamente. Fueron al cuarto de Kim, hablaron un poco mientras bebían café caliente con leche y estuvieron besándose por largo tiempo. Claro que Kim no era idiota, sabía lo que provocaría en Scott tal sesión de besos. Después de todo, estaban solos.

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Mientras Scott no sabía exactamente cómo entrar en su cuerpo sin lastimarla demasiado, Kim miró al techo, acuciada por la extraña sensación de que aquello no era como debía ser la primera vez. Scott actuaba de manera mecánica; cuando por fin entró, la penetró unas cuantas veces, sin emoción, con interés únicamente de terminar aquello, como si le molestara, o así fue como ella lo percibió. Kim no se sentía del todo mal, pero algo en su interior le decía que claramente, el sexo era algo que debía disfrutarse o no hacerse y que no había medias tintas, te gusta o no te gusta y punto.

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