Vigésimo noveno: ¿Dante?

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"y... ¿cómo se llamará tu erizo?" preguntó cuauhtémoc mientras observaban a la mascota.

"querrás decir, nuestro erizo, es como... ¡nuestro hijo!" exclamó emocionado. "y bueno, respondiendo a tu pregunta, pues, pensé en algunos nombres."

"¿lluvia de ideas?" preguntó para luego posar su vista sobre el chico.

"lluvia de ideas." ambos se levantaron, colocando al erizo sobre su jaula.

"bueno, ¿qué nombres tienes pensado?"

"estaba pensando en dante."

"¿dante?" preguntó extrañado.

"¿que acaso no te gusta? es un muy bonito nombre."

"pues, no te niego que lo sea, pero, ¿acaso quieres que se llame como un perro?"

"ay, y yo que quería ponerle ese nombre a nuestro hijo."

"definitivamente no, no permitiré que le hagan bullying solo por tener un nombre... extraño."

"bien." aristóteles se rindió con un puchero.

"¿te han dicho que te ves muy lindo cuando haces eso?"

"¿el qué?" preguntó el rizado con una mueca divertida.

"cuando haces un puchero con tus labios."

"ya tahi." contestó con una risa nerviosa y un sonrojo.

"y sabes, ¿qué provocas en mí?" susurró tan bajo que sentía que si elevaba la voz iba a romper algo.

"¿el qué?" preguntó con el mismo timbre de voz.

"ganas de besarte." finalizó con un sonrojo y una pequeña sonrisa.

al escuchar aquellas palabras, aristóteles se acercó de forma lenta y fue una tortura para cuahtémoc. cuando estuvo lo suficientemente cerca sólo pudo susurrar:

"¿y qué te impide acercarte?"

y sin más, una pequeña sesión de besos comenzó, que luego fue interrumpida por la voz de los mellizos que entraban a la habitación de su hermano.

"hola aris, hola temo." saludó el más pequeño.

"hola calcomanías."

"¿qué estaban haciendo?" preguntó la única niña dentro de la habitación.

"estamos eligiendo un nombre para mi mascota." contestó el rizado con una sonrisa.

"¿tienes un perro?" preguntó julio.

"nop, tengo un erizo. pueden verlo pero aún no lo toquen, se está acostumbrando al ambiente." advirtió con ternura a los niños.

los mellizos observaban impresionados al pequeño animal quien los veía con un poco de pánico y curiosidad.

"¿te lo dió temo?"

"sí, fue un obsequio de su parte, y que mejor que dejarme una cría para luego abandonarnos y ser padre soltero." dramatizo aristóteles, a lo que los mellizos solo rieron y temo fingió molestia.

"sabes que no dejaría que una pobre criatura viviera contigo, capaz y lo pierdes ese mismo día entre tu ropa." contraatacó cuahtémoc, intentando defenderse.

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