Pocos fueron los valientes que le llamaron Última. Muchos serían los cobardes que de Primera le edificarían fama.
Mas todos ellos olvidaron recordar
que un íngrimo nombre en su soledad
para albergar tanta crueldad no bastaría,
y ningún denominante...
«I walk this empty street On the boulevard of broken dreams Where the city sleeps And I'm the only one,
and I walk alone»
—Green Day
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«BIENVENIDOS A ŁONELY SOULS»
ℰso era lo que rezaba aquel cartel de señalamiento, abrazado por la mugre y lamido por el óxido, ceñido por una espiral de maleza que trepaba hambrientamente alrededor de la barra.
Lonely Souls.
Casi pudo escuchar la melodía espeluznante que acompañaba el título de desesperadas letras.
La luna y los faros del auto eran toda la iluminación que se apiadaba de la desgraciada sordidez nocturna, aquella que envolvía tan singular placa de tránsito a las orillas de la moribunda carretera. Pues bien, la triste leyenda del desolado rótulo y su inaudita advertencia resultaban apenas legibles.
Lonely Souls.
La ciudad donde los muertos nunca duermen.
Se quedó quieta, clavando sus ojos en cada palabra, sintiendo como si la vida le colgara irremediable de una pendiente. Leyó una y mil veces. Visualizó su tipografía hasta que la inscripción quedó inmortalizada en sus retinas.
Arrancó la mirada dirigiendo su interés hacia las luces del Challenger, en cuyos frentes levitaban lo que bien podrían tratarse de volutas polvo o mosquitos radioactivos.
Entonces se decidió fijarse en la esfera nocturna, blanca e inmaculada, que resplandecía en lo alto con tremenda pomposidad, mostrándose a sí misma absoluta, soberbia, enorme.
Y hermosa.
Completamente bella, desbordando petulancia y divinidad sobre un mundo que parecía sucumbir en la miseria.
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