—No llores hermosa— susurró un joven de tan sólo diecinueve años a una chica de doce—. No me gusta verte llorar.
—Entonces déjeme ir— rogó la joven que trataba de analizar cómo es que había llegado a ese lugar desconocido, hacía tan sólo unos minutos se encontraba en el bosque jugando cuando una serie de imágenes confusas le aturdieron hasta que pudo reaccionar de nuevo y darse cuenta de su situación.
—No quiero.Aquel lugar aparentaba ser una cabaña un tanto grande, sólo que no la reconocía.
—P-por favor, se lo ruego— se atrevió a decir mientras sus lágrimas eran secadas para que sus ojos azules – aunque rojizos de tanto suplicar – se siguieran viendo preciosos—. Haré lo que sea pero déjeme ir.
—Mmm...— el chico se puso a meditar unos segundos—. Serás mi mujer...
—P-pero yo no quiero.
—Pero te gusta el bosque, ¿cierto?— la niña rubia asintió con la cabeza—. Perfecto, haremos un "juego" ¿te parece? Si ganas yo no me meteré en tu vida, aunque si pierdes... Serás mía.
—¿Qué tengo que hacer?
—Muy simple, siempre tendrás que traer esta caperuza puesta, sólo para dormir y para bañarte te la quitarás. Yo sabré si rompes la regla de nuestro "juego"— el joven de uno de los cajones del mueble a su lado sacó lo anteriormente mencionado.
—Lo haré, s-sólo déjeme ir ahora.
—Póntela y te llevaré hasta la entrada de tu aldea— sin que ninguno de los dijera algo más, la rubia se puso la caperuza, sin importar que le quedase grande—. Sólo quiero que recuerdes algo más, Rin... Mi nombre, es Allen, y yo soy quien siempre te vigilará, sin importar qué... ¿Oíste bien?
—S-si
—Repite mi nombre entonces.
—A-Allen, su nombre es Allen— aquel joven le sonrió ampliamente.
—Ven pequeña— con tan sólo un abrazo la rodeó sin problema alguno, logrando que ésta oliese el aroma que el joven emanaba, y no es que alienta mal, al contrario, era tan delicioso al igual que embriagador que provocó que ella se relajara hasta quedarse dormida.El rubio sólo veía a tan linda niña que se convertiría en una mujer perfecta en tan poco tiempo, él lo sabía, ya que el aroma de Rin era más fuerte pero aún no embriagador, eso sólo sucedería cuando ella alcanzara tal vez los dieciocho años o veinte, cuando su cuerpo hubiese madurado de manera correcta. Había sido una fortuna haber encontrado a su destinada hacía tan sólo unas horas, y todo gracias a que ahora era una "mujercita", sí, Allen la había encontrado gracias al olor de que desprendió después de su primera menstruación.
—¿Qué dirá la manada de que su futuro líder es un pedófilo?— aquella voz lo sacó de su tierno momento, provocando que sacara un gruñido—. Tranquilo, llevo media hora afuera tocando y no contestabas, Len.
—¿Qué quieres?
—Llevan desde hace una hora gente de su aldea buscándola— señalaba a la niña—. Ya se han acercado bastante a nosotros.
—Entiendo, iré a dejarla ahora mismo.
—¿La dejaras ir?
—Ella volverá Oliver. Ninguno podemos escapar de nuestro destino, ninguno.
—Len, ella no te conoce, tú no la conoces. Ella no te verá en varios años ni tú a ella. ¿En serio crees que te llegue a amar?— una pequeña sonrisa se formó en el rostro del rubio.
—Oliver, Oliver... ¿Tú crees que apenas la conozco? Puede que no supiera que ella era mi destinada, pero, eso no implica que no la conozca. Además, el primer amor no se olvida, ella no me olvidará nunca.
—Ella no te...— el chico puso un dedo sobre los labios de su amigo, aparentemente éste había cruzado una línea muy delgada y estaba en terreno peligroso.
—Aún sabes muy poco de ella y de mi, espera un poco amigo, un poco y verás.Ninguno dijo algo más, era tiempo de entregar a la chica a la aldea para dejar que el tiempo hiciera lo suyo.
Siete años habían pasado del "incidente" y... Bueno, el tiempo había hecho lo suyo con cada uno, en especial con Rin, quién ahora no sólo media un metro con sesenta y cinco centímetros, si no que ya era toda una dama, de perfecta cadera y cintura, con un pecho no tan llamativo pero no por eso plana, de piernas un tanto largas al igual que blancas como la nieve, su cabello era tan hermoso, sedoso, tan largo al igual que parecía de oro, y unos ojos tan azules que parecían una laguna tan profunda. A sus diecinueve años ya sabía cocinar, coser junto con bordar, adoraba bailar, cantar y leer, aunque lo último lo tenía que hacer a escondidas ya que eso sólo lo podían hacer los hombres. Siempre vestía de rojo, una camisa blanca que arriba llevaba con corset de cuero café y una falda roja que llegaba hasta sus pies.
En cambio Allen, había cambiado un poco, su actitud era la misma pero físicamente, sus hombros se habían hanchado, su altura era de un metro ochenta, su cara mostraba madurez al igual que su mandíbula se había hecho cuadrada como la de todo hombre, tenía más volumen en su cuerpo gracias a siete años de arduo entrenamiento, claro, sin mencionar que ahora ya se transformaba completamente en lobo.
El tiempo los había cambiado, aunque también había provocado que esa llama se avivara o despertara en cada uno. En el caso de Rin, despertó esa llama en algún momento de la noche en la que había cumplido sus diecisiete años, ya que había leído por primera vez uno de aquellos libros que estaban prohibidos por la iglesia, en dónde cosas "obsenas" y lujuriosas se podían leer, así que su mente decidió recordarle aquel día que ella conoció al rubio. Recordó aquella mirada de seductiva, sus labios, la forma en que la tocaba de una manera delicada pero brusca, así que despertó de aquel sueño de recuerdos con la respiración pesada y un calor intenso bajo su vientre, todo era como lo describía aquel libro, el calor, la sensación y las "terribles" ganas de hacer "eso", la vela de su recámara estaba apagada, además, no había ninguna otra luz prendida en su casa o alguna que alumbrara su habitación más que la de la luna, así qué... ¿Por qué no hacer a la luna su cómplice aquella noche? Y como si de algo que sólo hiciera el diablo se tratara, volteó a los lados para sersiorarse de estar sola. Hecho esto, imaginó a Allen con ella en la misma situación, pero haciendo cada cosa más seductora y erótica, le tacto, las palabras que le erizaron la piel y provocaron una excitación más profunda, haciendo que su mano bajara hasta aquello que era lo más preciado de ella.
Cada noche lo hacía o en su mayoría, a veces cambiaba el escenario o los diálogos pero no importaba, en su mente sólo rondaba el chico, y así fue como poco a poco se enamoró de lo que recordaba de él. De Allen. Su Allen.
Allen en cambio siempre la traía en mente, sin importar sus temporadas de celo, aunque en éstas su celo era tan insoportable que terminaba acostándose con cualquier joven o señora que fuera infértil, imaginando que era Rin la que estaba con él.
Cada uno poco a poco hizo crecer esa llama con la esperanza de encontrase dentro de poco y cumplir las expectativas del otro.
¿El problema? La historia de la dama y el lobo nunca termina bien, menos si aquel amor se forjaba en una época oscura, de guerra y de inquisición.
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La dama y el lobo (RinxLen)
CasualeUna dama y un lobo. Un amor incorrecto según la iglesia y la sociedad, pero eso no evitará que la llama se avive hasta provocar un incendio.