[S.F]

93 17 13
                                    

Seamus Finnigan

The boy who just wanted to love freely

The boy who just wanted to love freely

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

†††

Sábado, 9 de junio

—¿Y qué me dices de ti, Seamus?

El chico levantó la vista de su bebida justo a tiempo de encontrarse a Lee Jordan mirándolo fijamente. Llevaba tiempo sin hablar, sumiso entre sus pensamientos. Cormac McLaggen le sonrió, y a Seamus le pareció ver en él aquel chico que conoció en Hogwarts.

—Yo, bueno, no tengo nada interesante que contar —respondió éste encogiéndose de hombros.

Lee soltó una carcajada.

—Claro que debes de tener algo interesante que contar. —El moreno se le acercó más—. Eres el chico que hacía explotar todos los calderos, no me creo que estés tan callado por esta razón.

Seamus les sonrió y dio otra sorbo a su bebida para ganar tiempo. ¿Qué les iba a explicar? Sintió como enrojecía sin tan siquiera poder evitarlo.

—Algo nos está ocultando —añadió Cormac, mirando extrañado a su compañero.

Y tenía razón. Algo estaba ocultando, algo no demasiado grave, al fin y al cabo, no ocultaba un asesinato. Pero su corazón sentía que tenía que decirlo, y su razón le susurraba que no, que él no estaría contento. Y calló, por miedo, o por vergüenza.

—Puede que sea así —respondió—. Pero no pienso admitirlo.

Lee miró extrañado a Cormac y este solo levantó las cejas, sorprendidos. Por el tono de voz de Seamus, los dos se dieron cuenta de que no quería hablar más del tema.

—¿Qué rayos te ha picado, compañero? —preguntó Lee—. No tienes que responder, solo estábamos jugando.

Seamus sintió como la rabia inundaba sus venas. ¿Solo estaban jugando? ¿Quiénes creían que eran? Con sus vidas perfectas, y sus esposas. Él deseaba ser como esos dos chicos, pero no podía. Y, además, venían a presumir de tenerlo todo, cuando Seamus estaba en la mierda.

—¡Pues dejadme en paz! —exclamó—. No tengo vuestras vidas, no tenéis nada que envidiarme. Soy solo un pobre trabajador del Ministerio sin nada de especial. No quiero escuchar como habláis de vuestra boda, ni de vuestros futuros hijos. Porque yo, ni tengo esposa, ni soy tan genial como vosotros. ¿Está bien?

Todos se quedaron en un silencio incómodo debido a las palabras del chico. Seamus parecía demasiado alterado para seguir conversando con ellos, así que solo se despidió con una mano y se fue, dejándolos solos. Cuando él desapareció entre la multitud, aún pudo escuchar los murmullos de sus compañeros, hablando sobre él. Negó con la cabeza y siguió su recorrido hasta la puerta trasera. ¿Por qué Seamus no podía ser como ellos? Todo era su culpa, su maldita culpa. Iba a matarlo. ¡Claro que lo haría! En ese momento, alguien impactó sobre su hombro, y solo pudo vislumbrar unos ojos cafés tan brillantes como el cielo.

Perpetuum | HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora