[suspects]

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La boda

Sábado, 9 de junio

El aire estaba cargado de una tensión que la mayoría de los presentes hacía años que no presenciaba. La gente estaba asustada. Haber encontrado el cuerpo muerto de Draco Malfoy había dado mucho de qué hablar, y las especulaciones no se hicieron esperar. Grupos de personas hablaban entre ellas en susurros, como si temieran que alguien externo las pudiera escuchar y ser las próximas víctimas. Mientras, la familia del muerto, y su prometida, juntamente con Harry Potter, estaban hablando con los oficiales encargados del caso. Las lágrimas caían y un sentimiento de dolor se olía en el ambiente.

—¿Se puede saber quién es tan macabro como para matar a mi hijo? ¡Además el día de su boda! —exclamó Lucius Malfoy negando con la cabeza.

El auror Avery se encogió de hombros delante de la postura del padre de la víctima. ¿Qué iba a decirle? Su único hijo acababa de morir asesinado, seguramente se encontraba destrozado. Aunque, Lucius Malfoy, parecía de todo menos destrozado. Su compañero, Goldstein, quiso salvar la situación al ver la incomodidad del rubio.

—Señor Malfoy, tranquilícese —dijo, sin atreverse a mirarlo a los ojos—. Ya tenemos una lista de sospechosos, vamos a empezar por esos nombres. Y le juro —se corrigió inmediatamente—, no, le juramos, que encontraremos al asesino.

El hombre asintió y su mujer, que se había quedado callada hasta el momento, levantó la vista del hombro en el que se había estado apoyando. Harry nunca había visto a alguien tan triste, tan inseguro, ni siquiera en la Batalla de Hogwarts. La señora Malfoy llevaba el maquillaje corrido y de sus ojos salían finas lágrimas de dolor. Parecía que estaba muerta. Y tal vez lo estaba, tal vez, al haber perdido a su hijo, también había perdido una parte de ella misma, tal vez, había muerto junto a Draco.

—¿Seguro? ¿Encontrarán al asesino de mi hijo? —preguntó, y a los aurores se les rompió el corazón.

Goldstein asintió con una frialdad propia de él. A Avery, le afectó más la situación. Acababa de tener su primer hijo, y solo con pensar que lo podía perder, tenía ganas de llorar.

—Sí, tiene que ser uno de los invitados —aseguró Avery—. Ahora mismo, está aquí, por algún lado, tal vez llorando o hablando con alguien.

Todos se giraron a observar a su alrededor, y Narcisa sintió como un escalofrío subía por su espalda. El asesino era alguien que conocía, el asesino era alguien a quien habían enviado la invitación, y que había respondido afirmativamente a ella. ¿Cuánto llevaba planeando la muerte de Malfoy? La boda había sido anunciada un mes atrás, así que la mujer dudaba que, el odio hacia su hijo, se debiera a algo producido hacía mucho tiempo. No, era reciente, la rabia del asesino, era reciente, y eso era lo que más la preocupaba.

—¿Señora Malfoy? ¿Se encuentra bien? —preguntó Harry al ver como la mujer se volvía pálida—. ¿Necesita algo? ¿Un poco de agua?

Ella negó lentamente con la cabeza y posó su vista en la joven que se encontraba a su lado, llorando. Astoria parecía un ángel con su blanco vestido, sus lágrimas de cristal y su sonrisa imperfecta. Esa mujer caída del cielo, parecía tan triste como la oscuridad sin la luz, como la maldad sin la bondad. Y las estrellas, querían consolarla, pero no podían, al igual que Narcisa, que le era imposible llegar hasta ella, abrazarla. Porque, aunque estuviera a solo unos pasos de la chica, sus corazones estaban a miles de kilómetros de distancia, uno en la Antártida, congelado, sin poder sentir nada, otro en el desierto, con una temperatura tan alta que sentía que podía explotar y morir en cualquier momento.

—Astoria, todo se solucionará, tranquila —le susurró la que iba a ser su suegra en el oído.

Pero la joven no lo escuchó, o fingió no hacerlo. Harry carraspeó, incómodo.

—Bueno —dijo el azabache—, voy a ver como están todos. Esto es un impacto demasiado grande.

El grupo asintió y, el jefe del departamento de aurores, se dirigió hasta donde se encontraban sus mejores amigos pensando que, alguno de ellos, podía ser encarcelado por ser el asesino.

†††

Lunes, 11 de junio

Los aurores se paseaban por la sala observando cada uno de los jóvenes que se encontraban en ella. Algunos, eran héroes, otros, eran clasificados como villanos en la historia, pero todos compartían una característica imposible de olvidar: eran sospechosos de un asesinato. Y tal vez, todas esas lágrimas, esas caras de pena y esos lamentos eran falsos, y bajo esa máscara, se escondía la verdad como un temor oculto, un secreto inconfesable.

—Bueno, supungo que ya saben porque están aquí, ¿no? —preguntó Goldstein.

Todos se giraron a mirarlo con ojos cansados. Nadie parecía entender como iba la situación, pero aparentaban tranquilidad, como si de un juego se tratase.

—No, la verdad es que ni yo, ni los otros, sabemos qué estamos haciendo en esta sala, cuando deberíamos estar descansando de todas las emociones vividas este fin de semana —dijo Seamus cruzándose de brazos.

Los demás asintieron, de acuerdo con el chico. Pansy y Blaise, tenían los ojos llorosos y se abrazaban entre ellos. ¿Por qué no podían ir a casa y olvidarse de todo? Avery suspiró y miró a los ojos a los presentes, que, aterrorizados, apartaron la mirada.

—Todos vosotros —Astoria abrió la boca para decir algo, pero Avery la interrumpió—, sí, Greengrass, usted también sois sospechosos de la muerte de Draco Lucius Malfoy.

Los susurros no tardaron en llegar. Los jóvenes hablaban entre ellos, conscientes de la seriedad de la situación. ¿Ellos? ¿Sospechosos de un asesinato? Parecía que se habían metido en uno de esos libros antiguos con el mismo final, esos tan típicos que, hasta Hermione se cansó de leer.

—¡No me lo puedo creer! —exclamó Pansy llena de rabia—. Señores, con el debido respeto, ustedes están locos. ¡Era mi mejor amigo! Parece que no podáis ver el estado en el que me encuentro. ¿Y ahora? ¿Me acusan de su muerte? ¡Lo que me faltaba!

El moreno la sujetó por un brazo.

—Pansy, tranquila —susurró.

—¡No, Blaise, tranquila no! —sollozó ella, sin parar de gritar—. ¡Estos hombres, o aurores, o oficiales, o lo que sean, me están diciendo que soy una asesina! No he podido despedirme de él, Blaise. —La chica se derrumbó en el hombro de su amigo—. No he podido ni decirle adiós, todo ha acabado muy rápido. Me prometió que estaríamos juntos para siempre. Quiero descubrir quien fue, Draco se lo merece.

Blaise acarició la espalda de su amiga con delicadeza, sintiendo el dolor de la chica y el suyo propio. Tanto los acusados como Avery y Goldstein se sorprendieron delante de la reacción de la chica, pero, supieron actuar como era debido.

—Señora Parkinson —empezó a decir Goldstein.

—Señorita —corrigió la azabache.

Los aurores hicieron una mueca.

—Señorita Parkinson, por eso estamos aquí, para descubrir quién lo mató y que pague las consecuencias —le explicó el oficial moreno, y ella asintió.

La chica seguía sin entender por qué ella estaba en esa lista de sospechosos, pero se limitó a encogerse de hombros y cerrar la boca. No quería problemas. Todos los presentes en la sala, deseaban hablar y poder opinar sobre el porqué de su inclusión como posibles asesinos, pero Avery, con un solo gesto de mano, los tranquilizó a todos.

—Jóvenes, no hay nada que discutir —dijo calmadamente—. Hablaremos con cada uno de ustedes hasta descubrir quién lo hizo. ¿De acuerdo?

Todos asintieron y los oficiales llamaron al primer nombre:

—Hermione Granger.

Perpetuum | HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora