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Lunes, 11 de junio

 Astoria cerró los ojos por un segundo, sintiendo como las lágrimas resbalaban por su mejilla. No podía hacerlo, no iba a hacerlo. No podían obligarla a hablar, ¿verdad? Ella estaba en todo su derecho a contar o no lo que había estado haciendo esa noche. ¿Acaso la iban a encerrar por no hablar? ¿La iban a llevar a Azkaban? ¿La iban a tratar de asesina? Pues claro que no.

La habitación estaba más oscura de lo usual. A su lado, Pansy parecía estar al borde de un ataque de pánico, Blaise estaba a su lado, sujetándole la mano mientras le explicaba alguna cosa, seguramente cómo había ido su interrogatorio. Neville y Lavender también estaban hablando, como dos viejos amigos. Hermione intentaba evitar a su prometido, y éste la miraba extrañado. Seamus, simplemente, permanecía en silencio,inmerso en sus propios pensamientos y con lágrimas en los ojos. Todos parecían estar destrozados a su manera. Astoria pensó que, tal vez, estaban fingiendo, porque, al fin y al cabo, uno de ellos era el asesino. Pero, ¿quién? ¿De verdad les importaba la muerte de su prometido? Tal vez a Pansy sí, y a Blaise, pero los demás no eran más que conocidos, y alguno de ellos, le guardaba suficiente rencor a Draco como para matarlo.

—¿Por qué tenemos que esperarnos en esta sala? —preguntó Blaise incorporándose—. Yo ya he declarado, creo que deberían dejarme salir.

Astoria negó con la cabeza. Seamus se giró hacia el moreno y le sonrió.

—No —aseguró Astoria—, nadie les asegura que, en cuanto salgas de aquí, no te aparecerás al otro lado del mundo. ¿Y si tú eres el asesino?

Blaise la miró sorprendido ante las palabras de la chica. No podía creerse que de verdad lo estuviera acusando de un asesinato, cuando, al fin y al cabo, todos sabían que él era el mejor amigo de Draco y que daría su vida por él.

—Astoria, te equivocas —dijo el moreno, levantándose para mirarla a la cara—. No me creo que de verdad pienses que yo puedo haber matado a Draco.

La chica se encogió de hombros y se levantó, solo para quedar a escasos centímetros de la cara de su acompañante. Sentía su respiración, sus nervios, los latidos de su corazón.

—¿Quién me lo puede asegurar? —preguntó, desafiante—. Podrías fingir estar afectado por su muerte, y en realidad, ser tú quien la ha provocado. ¡Podría ser cualquiera de nosotros! Y ahora mismo —añadió mirando a cierta azabache—, la que más me hace sospechar es Pansy, con sus falsas lágrimas y su hipócrita dolor.

La chica, al escuchar su nombre, levantó la vista del suelo que la había tenido cautivada, solo para encontrarse a la castaña fuminándola con la mirada, acusadora. Pansy sintió como su sangre hervía de rabia, y sus puños se cerraron, como si quisiera golpear a la chica. Se levantó, y se dirigió hacia donde estaban su amigo y su compañera.

—Pansy —susurró Blaise, advirtiéndola.

Ella no respondió. Empujó a el moreno para que se apartara de en medio y se quedó mirando a Astoria con los ojos entrecerrados. 

—¿Quién te crees que eres, Greengrass? —preguntó, y Astoria sintió un escalofrío ante el tono de voz que usó. La chica la fulminada con su mirada llena de veneno e odio—. No sabes nada de mí. ¿Crees que puedes culparme sin conocerme? Tal vez me haya afectado más a mí la muerte de Draco que a ti. Porque, si alguna cosa he aprendido de las miles de novelas de misterio que leí, es que la novia siempre es la mala. Así que, sí, creo que has sido tú.

Astoria abrió la boca para contestar, pero no le salió ningún sonido. Se había quedado sin palabras. Lo que había dicho la azabache la había dejado pensando. ¿De verdad alguien podía sospechar de ella? Es decir, ella iba a casarse con él, ¿qué razones tendría para matarlo? En una situación normal, la respuesta era simple: ninguna. Pero todos sabían que el matrimonio de Draco y Astoria era arreglado, y por lo tanto, la chica podría haberlo matado para librarse de él. Parecía el motivo perfecto, pero no lo era. Y Astoria iba a demostrar que era inocente.

Perpetuum | HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora