ⅴ 。 Letters.

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Letras.
Nessia.


Maldijo la celebración anual, detesta ser consciente que el único hombre que la atrapó en un juego de pelotas, la abandonó como un desgraciado cobarde. Se imaginó cuidándolo hasta que los pulmones dejarán de funcionar, uniéndose en un ridículo matrimonio en anillos de gomas azucaradas y entrando a una iglesia con dinero ensangrentado.

Soñó encontrar un complemento, el corazón le hizo creer que esa complementación era la alma condenada de Wade pero, el destino cerró las puertas, el destino era una mierda.

Por obvias razones, ¡sorpresa! día libre, ¿quién iría de fiesta a un burdel? ¿un imbécil que quiere desahogar penas? en absoluto, la mayoría gasta las escasas energías en otras porquerías. No tenía mínimo interés en pasar la tarde delante del televisor repleto de toneladas de miel o corazones quebrados, el cuarto aniversario con la ausencia de Wilson en el departamento, seguía afectándole el regular silencio que antes se había esfumado. Tal cuál él se esfumó.

Se colocó una camiseta mangas largas holgada, aún siendo de mañana no pretendía comenzar, ni siquiera sentía energías en las venas para disponerse a avanzar. Acomodó el cuerpo contra el mullido colchón, haciéndose bola de costado debajo de las abrigadoras mantas, enterrando parte de la cara en la almohada, dormiría. Un descanso merecido no le hace daño a nadie.

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Los niños accedieron en pasar el día con el tío Curtis, sabían que su madre seguía en una crisis interior por la ausencia, y no querían que retuviera toda ese basura para mantener el margen ejemplar. Además Frank le recordó que son adolescentes, comprendían y ayudarían como lo hicieron en la búsqueda de los culpables de la muerte de su padre.

Ambos jóvenes entraron en el automóvil, mientras que Maria se asomó por la ventanilla del piloto dónde estaba el moreno.

—Sal, es hora de que te relajes. Él lo hubiera hecho, lo sabes, después de toda ésta mierda, mereces dedicarte a ti, no desperdicies el tiempo, Mary.

—Tal vez. Llámame si ocurre un inconveniente, y gracias por darme una mano —expandió los labios cerrados en un sutil mueca.

En cambio, el hombre sonrió mostrando sus relucientes dientes.

—Nadie llamará a nadie, cuidaré a estos mocosos. Y toma en cuenta mi sugerencia —insistió, girando el  hacia atrás al percibir el rostro aroma a habano, frunciendo el ceño con desaprobación—. ¡Por el amor de dios! ¡Apaga eso, niña!

La menor encogió los hombros, tirándole el humo en la cara totalmente indignada de Curtis, oyendo las carcajadas de Frank Jr, quién estaba al lado de su hermana.

—Hey, deben comportarse —regañó la rubia a los niños, dirigiéndose luego al mayor—, lo mejor será que se vayan, antes de que te arrepientas.

—Bien. Cuídate.

—Sí. Adiós, chicos —ella se separó de la puerta del vehículo, saludando con la palma de la mano abierta.

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Las calles repletas de parejas tomadas de las manos, riéndose de comentarios absurdos y pómulos sonrosados, le dieron náuseas, no es una mujer fanática de romanticismo barato, para colmo, destacando que los finales felices huían de su miserable vida. Cómo cualquier mutante huiria de un centinela, por ejemplo.

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