ⅵ 。 Galaxies.

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Galaxias.
Valkarol.

—Solíamos venir a este lugar con mi mejor amiga cuándo éramos jóvenes. También conocí a un gran amigo, no será popular pero, es el sitio adecuado para que conozcas más de mi —hizo un mohín, sosteniendo el mentón con el dorso de la mano, mirando a su pareja.

Había verdadera paz para disfrutar, por lo qué quiso hacer un tour por la tierra antes de seguir salvando el espacio con su abanico de planetas desamparados. Convenció a Brunnhilde para ser su compañera de exploración, el primer lugar que escogió para visitar era ese maravilloso bar alejado del mundo del cual conservaba gratas memorias.

Viajaron en un automóvil escuchando música con el volumen por el cielo, particularmente, un CD de Black Sabbath que le obsequió Tony cuando descubrieron los gustos en común, formándose en un dúo inseparable. Carol viajó con los brazos cruzados detrás del cabeza con los pies encima del tablero, Valkiria condujo moviéndose al ritmo de las canciones, obviamente, en el trayecto hicieron paradas rápidas o intercambiaban de puestos para descansar.

Danvers agitó las pestañas en busca de atención, recibiendo una señal de espera, rodó los ojos, Brunnhilde no le dirigió la palabra hasta encontrarse con la botella, específicamente, décima botella vacía en la mano. ¿En serio, después tenía el rostro para burlarse de Thor? Apostaría que su novia le ganaba hasta al mismísimo Odín en una competición.

—Hay una fotografía en la pared dónde estás vestida de piloto —señaló, sacando una sonrisa de Carol: mínimas consideraciones que la hacían sentir querida.

Tal vez, quedándose en silencio, la asgardiana hubiera sacado a relucir por deducción y observación que la soñadora, la auténtica Carol Danvers tenía un baúl de los recuerdos en ese empolvado establecimiento. Ahí no existía una Capitana Marvel, poderes, pérdidas, despedidas, sufrimiento, no, ahí vivía una estela de lo que debió permanecer.

—La máquina de allá —apuntó—, es del video juego en el que siempre ganas, la música de fondo, es la misma que te devuelve el brillo cuándo la oyes en la radio, la que bailas de forma ridícula.

—¡Oye! —fingió estar ofendida por la declaración, en consecuencia, rieron sin contenerse las carcajadas que nacieron solas.

Con cuatro minutos fugaces de risas ilimitadas, la morena se limpió una lágrima de la mejilla, negando con la gracia todavía intacta, evitaría las imágenes de las ocasiones dónde encontró a la rubia saltando como niña pequeña. Carol, por otro lado, no logró borrar la sonrisa, mirándola con fascinación.

¿Cuándo podrá describir con precisión cada cosita de Brunnhilde con los desapercibidos detalles? Quiere hacerlo, y lo hará cuando sea momento. Ahora, solo puede sonreír.

—Amo cuándo me miras de ese modo —recobró la conversación Valkiria, dejando la botella encima de la mesa, enfocándose en la dueña de su corazón.

—¿De qué modo, hablas? ¿Hmn? —le siguió el juego con la voz aterciopelada.

—Tus ojos celestes se tornan brillantes, con independientes rayos plateados, acompañados de una fina capa de agua, volviéndolos resplandecientes —explicó con suavidad.

Carol curvó una ceja—. Suena como si reflejará a los más bello de... —la asgardiana se apresuró a cortar su habla.

—Yo veo galaxias en tus ojos —terminó.

Sonrieron mutuamente, luego Brunnhilde elevó la botella hueca dirigiéndose al dueño del local, hablándole. Habló pero, Carol la oía a la lejanía, veía en cámara lenta, permaneció grabando mentalmente la escena en silencio. Tal vez, se veían galaxias en sus ojos, y esas galaxias las producía la causante de toda su alegría.

❥In Love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora