XIV.-Yomi no kuni

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Allí me encontraba yo, en un lugar obscuro y aprisionado por sentimientos encontrados, por el amor hacia Ariadna, el odio hacia Amaterasu y el temor hacía el por venir.

Un colosal Izanagi acababa de nombrarme kami de la luna. Amaterasu acababa de describir como acabó con la vida de Will y Adriana entre tanto que Ariadna estaba perdiendo la memoria y mi mayor temor era que ella se olvidara de mi.

El gigante se agachó y, mirándome fijamente me preguntó:

-¿Qué es lo que está orbitando por tu mente, hijo de Tsukuyomi?

-¿Puedo rechazar el nombramiento?- en ese momento solo quería volver a estár con Ariadna.

-¿En verdad es lo que deseas?

-De existir la posibilidad, es lo que quisiera- le respondí con franqueza.

-¿Sabes cuales podrían ser las consecuencias de tu necio accionar?- me gritó y su voz sonaba como un millar de potentes truenos.

Entonces, Amaterasu interrumpió:

-Padre, el aún no sabe nada sobre el árbol del linaje divino.

-¿Te refieres a aquel árbol?- le pregunté señalándolo con la mirada, Izanagi se sentó en el suelo, la tierra se estremeció y entonces el padre de la diosa pronunció - este árbol... como explicarlo... se podría decir que cada una de sus hojas está conectada con la esencia de aquella porción de los humanos que desciende de nosotros... los kami. Para que semejante espécimen se mantenga vivo se requiere de lo mismo que requeriría cualquier árbol del mundo terrenal, el ciclo del día y la noche . Pero, desde la ausencia de Tsukuyomi, aquí no hay mas noches, reina el día y el árbol comienza a morir.

-Es decir ¿si yo no me quedo para traer la noche de nuevo a este lugar, un porcentaje de la humanidad perecerá?- en mi mente no lograba dimensionar lo que el gigante me decía...

-Así es, todos morirán, porque la esencia de aquellas personas se secará.

-¿A qué te refieres con esencia?- pregunté desde la absoluta ignorancia

-No necesitas saberlo, basta con que entiendas que está en tus manos la vida de los descendientes de los kamis y que entre ellos estás tu y aquella muchacha.

-De modo que no tengo otra alternativa más que aceptar.-me resigné

-Así es- sentenció Amaterasu.

-Antes de darte mi respuesta, quisiera preguntarte una última cosa, Izánagi.

-Pregunta.

-¿Podré volver a mi mundo en algún momento?- Sabía que no, pero aun no se había apagado la llama de la esperanza en mi.

-Depende- respondió friamente.

-¿Y... de qué depende?- Si tenía alguna posibilidad quería saberla.

-Solo quien posee la Amenonuhoko será capaz de abrir grietas que le permitan viajar a otros lugares.

Lo sabia, pero mi lado mortal aun me engañaba con falsas ilusiones. Amenonuhoko pertenecia a la diosa del sol y para obtenerla no bastaria con derrotarla, tendría que asesinarla, y aquello estaba muy lejos de mi capacidad.

-Aun así, podrias ir a otros lugares- agregó el gigante- es decir, no padras visitar el mundo profano, tu mundo, pero si aquellos lugares en donde encuentres un Torii; ademas del Takamagahara que es donde se hallan los Torii.

-¿Torii?

-Un torii es algo como esto- en ese momento de la nada apareció un arco de madera gigante, el cual poseia un travesaño que excedia en largo a los palos verticales- ¿Acaso no eres de la tierra flotante?

La luna sobre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora