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Aún recuerdo el día que te vi por primera vez, aunque tampoco es que me esfuerce mucho por olvidarlo; siempre estará en mi memoria como uno de los días más trascendentales en mi vida.

Fuiste tú quién me observó primero. Fuiste tú quién me halló. Era intensa tu mirada; tanta, que me hizo levantar la mía por puro acto inconsciente, y entonces te hallé. Caminabas hacia mí, pasaste por mi lado, con tanto ahínco en tu mirada, que creí en la posibilidad de que te conocía desde antes y quizás lo había olvidado. Pero sabía que no, jamás habría olvidado tus ojos verdes tan mágicos, tu tez blanquecina ni tu cabello rubio y sedoso. Mucho menos tu perfume. O tu sonrisa tan grande.

Nunca te dije la intensidad en la que mis hormonas se agitaron la primera vez que te vi, y me viste. Realmente nunca te dije como se estremecían cada vez más, cada día, cada segundo que te veía, a lo lejos, con tus amigos, y con aquella chica de cabello blanco, con la que siempre estabas.

Contigo me sentía como una acosadora, y no era algo que me agradaba. Mis amigas bromeaban con eso, pero me daba pena hablarte. Me daba pena siquiera mirarte y que tú me cacharas observándote, como yo te cachaba a ti mirándome a mí.

Aunque tardé semanas en creer que realmente me mirabas, pensé que estaba loca, que estaba viendo cosas dónde no las había, que estaba malinterpretando. Mis amigas insistían, pero simplemente trataba de creer que no, que era casualidad.

Trataba de encontrarte mil y un defectos; no quería que me siguieras atrayendo cada vez más. Para mí era ilógico que me gustara alguien con el que nunca había cruzado palabra alguna. Era estúpido. Pero eras mi amor platónico, ése que nunca se da, porque era técnicamente imposible, o al menos para mí, a pesar de que me topaba contigo en la escuela y en la calle a cualquier hora.

Y teníamos a tantos amigos en común, ¿cómo era posible eso? ¡Conocías a los amigos de mi hermano! ¡De mi hermano! Conocías a algunas chicas de mi clase, que, por cierto, se babeaban por ti, al igual que yo.

Mis amigas me molestaban; ¿por qué me sentía tan tímida con respecto a ti? Tu presencia me hacía sentir tonta. Recuerdo cuando le pediste la hora a la niña que iba conmigo, una de las de mi clase con las que te llevabas muy bien; recuerdo que te acercaste, y quedaste frente a mí, frente a ambas. Me puse tan nerviosa; mi corazón latía acelerado y mis manos habían comenzado a temblar ligeramente. ¡Me sentía estúpida! Quise hablarte, pero las palabras no me salieron cuando te vi sonreírle de esa forma. Recuerdo que sólo giré mi cabeza en dirección opuesta y suspiré, intentando calmarme, luego te fuiste.

También recuerdo aquella vez en la que mi amigo Simon fue a recogerme a la escuela. Tú me miraste, lo miraste a él, y pasaste tu brazo por los hombros de la chica de cabello blanco, luego te fuiste con ella. Fue extraño, pero no hice mucho caso. Después, ésa misma tarde, cruzaste la plazoleta con la misma chica; tú y ella aún vestían los uniformes, yo yacía sobre el césped, con mis amigas y Simon, cantando las canciones de Ed Sheeran. Recuerdo que me dolió el estómago tan sólo pensar qué estuviste haciendo todo el rato en el que yo llegué a casa, almorcé, me di una ducha, hice los deberes de la escuela y salí con mi grupo.

¿De verdad era posible sentir celos de alguien con el que nunca has tenido siquiera un mísero contacto físico? No me podía creerlo, no era lógico. Estaba convencida de que mis sentimientos aún no estaban involucrados, que era solo cuestión de emociones, ¿pero cómo sentí celos entonces? Todo era frustrante.

Pero para frustraciones, una buena pijamada con amigas. Se supone que buscaríamos soluciones, pero yo cada vez estaba peor. Sin embargo, de todo esto aprendí que las verdaderas mejores amigas siempre intentan llegar al fondo de todo.

Ellas se propusieron conseguir información, y juraron que extorsionarían a cualquier persona de ser necesario. Yo me propuse concentrarme únicamente en la escuela y en mis pasatiempos favoritos, que aunque quizás nadie me crea, no era admirarte. Simon me ayudó mucho en el canto, mi afinación mejoró bastante; y en cuanto al ballet, seguía siendo una de las mejores de la clase. Seguía comprando libros en ventas de garaje, y cantando canciones de Ed Sheeran con mi mejor amigo en la plazoleta los viernes.

Juro que por varias semanas dejé de prestarte atención. También juro que fue dificilísimo, porque mientras más me decidía a ignorarte, más te aparecías como un fantasma en mi camino.

—Se llama Liam Zénere, va en el último año, y la chica de cabello blanco es su mejor amiga, ¡boom! —Soltaron Saory y Steffi a trompicones, ni bien habían terminado de llegar.

—Ay, no es cierto. —Fue lo primero que pensé y musité, y no con emoción precisamente.

Había logrado ignorarte al fin, y llegan este par de detectives y me arruinan la supervivencia.

Recuerdo que me mantuve indiferente y ellas se quejaron. Les agradecí de todas maneras, pero fui sincera: quería seguir ignorándote. No me preguntes cómo, pero ignorándote a ti había vuelto a concentrarme en mí y en mis asuntos. Quizás me había vuelto una obsesiva observándote, pero ya no lo era más. Aunque aún me gustabas, estaba mejor así.

No obstante, mis amigas te hallaron en las redes sociales, y si no te averiguaron la vida completa, estuvieron cerca de hacerlo. Pero no quise saber nada, porque aún guardaba la esperanza de que toda tu vida me la contaras tú algún día, no una red social.

Dos noches después, recuerdo, con mi grupo fuimos por una pizza familiar de pepperoni y un refresco grande, luego a la casa de Saory. Hubo alcohol, los amigos del novio de su hermana estaban en casa y jugamos verdad o reto. Realmente, es un juego que me parece sin sentido, y las veces que lo jugué fue para entrar en ambiente.

Me retaron a seguirte en Instagram. No quería, no sé, tenía pena; sin embargo era un reto y lo terminé haciendo.

Al día siguiente, luego de la escuela, te encontré en la parada del bus. Saludaste con la mano a la niña de mi clase que iba conmigo, pero mantuviste tu distancia. Recuerdo que tenías tu celular en la mano y observabas algo en él, de pronto me miraste y sonreíste. La respiración me abandonó por completo aunque algo en mi cabeza me dijo que estaba equivocada y que esa sonrisa preciosa era para mi compañera, entonces te ignoré. Llegó un bus y me subí.

Al siguiente día, me hablaste. 

Lo que nunca te dije, crush © [PRIMER BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora