-1-

1.3K 97 20
                                    

Los personajes no me pertenecen.

La inspiración para este fic viene de un montón de sitios, como Outfielder de bygoneboy en Ao3, Incorrect Nivanfield Quotes o Code: Redfields de Turning Point, pero no es ni la mitad de bueno que nada de lo anterior, sobre todo teniendo en cuenta que he estado escribiéndolo hasta las 4:37 de la mañana para poder publicarlo antes de las 7:00 del 1 de julio, y no he dormido nada. Aun así, espero que os guste (porque he estado escribiéndolo hasta las 4:37 de la mañana).

-Strangela-

---------------------------

¡Capitán!

Violentamente, Chris abrió los ojos y palpó la superficie bajo su cuerpo, suspirando con cierto alivio al reconocer el tacto y el olor de sus sábanas de verano. La luz del sol se filtraba por las rendijas de la persiana cerrada, iluminando vagamente la habitación con motitas doradas, y el canto de los pájaros se oía alto y claro por la ventana abierta.

Sería ya mediodía, como siempre. Chris se frotó la cara con una mano, quitándose el sudor, pero no hizo ningún otro movimiento aparte del involuntario vaivén de su pecho al respirar. Daba igual el tiempo que durmiese, siempre despertaba cansado, y no solía levantarse hasta que tenía hambre o ganas de ir al baño. Quizá fuera por esa pesadilla recurrente o por la dejadez que se había ido apoderando de él poco a poco tras su retiro. Su hermana casi tenía que obligarlo a seguir yendo al gimnasio, y llegaría un momento en que todo su esfuerzo sería inútil.

El ex-capitán rompió su quietud para rascarse la barriga, ligeramente abultada tras casi un año de inactividad y cerveza ininterrumpidas. «Aunque si me quedo tumbado bocarriba no se nota» pensó para sí. A veces se sentía mal consigo mismo al pensar en sus malos hábitos, pero tampoco se esforzaba por cambiarlos.

Quizá la motivación y la fuerza de voluntad fueran cosa del trabajo. Ya no tenía nada de eso.

El estridente tono por defecto de su teléfono móvil comenzó a sonar en algún punto de la habitación que él no ubicaba y toda su reacción fue fruncir el ceño hasta que cesó. Entonces sonó de nuevo y sus sienes palpitantes por el exceso de sueño y puede que de alcohol lo obligaron a levantarse de la cama y sacar el móvil del bolsillo de sus pantalones del día anterior, tirados debajo de la misma.

– Claire – saludó.

La respuesta de ella fue una bofetada que lo sacudió lo suficientemente fuerte como para privarlo de todo su aplatanamiento matutino. Chris parpadeó unas pocas veces, boqueando, sintiendo cómo su ritmo cardíaco se desbocaba, tratando de encontrar palabras con las que expresar su conmoción. Llegado un punto se rindió y recurrió a la opción más obvia.

– ...¿Qué?

* * *

– Chris, si crees que el perfume de la espuma de afeitar va a durar todo el camino hasta Lanshiang, te equivocas. Sal del baño de una vez.

Él ignoró la voz que lo apremiaba desde el otro lado de la puerta y se apoyó en el lavabo, con la cara limpia y el corazón dividido. Antes de que Claire llegase, había recibido una llamada de la BSAA. El motivo había sido el mismo, pero las perspectivas eran distintas. El hombre que había hablado con él había estado allí, lo había visto, y no compartía el optimismo de Claire. Chris no podía dejarse llevar por falsas ilusiones, no había lugar para la subjetividad.

– No voy a ir – decidió.

Algo se partió en su interior al decirlo en voz alta, como si la lógica de su resolución fuera solo cosa de su cerebro y el resto de su cuerpo no la hubiera aceptado. Era doloroso porque lo que más quería en ese momento era subir a aquel avión, pero su sentido común le gritaba que no lo hiciera. Esperaba que Claire le gritara también, pero no lo hizo.

Solo abrió la puerta del baño y se quedó en el umbral, mirándolo a los ojos en el espejo.

– Te arrepentirás el resto de tu vida si no lo haces.

Eso Chris ya lo sabía, ya estaba arrepintiéndose de su decisión en ese mismo instante, pero debía ser fuerte. No iba a cambiarla. Sus expectativas eran demasiado altas y él no soportaría otra tragedia. Tragó saliva.

– No voy a ir – repitió.

Apartó la mirada al ver reflejada la decepción de Claire, aferrando el lavabo con ambas manos e innecesaria fuerza, notando la culpa expandirse en su interior, contaminando su sangre y minando su ya hundido ánimo. De soslayo vio a su hermana cruzada de brazos, todavía apoyada contra el marco de la puerta.

– Yo sí – dijo ella al rato –. ¿Qué quieres que le conteste cuando me pregunte por qué su capitán no ha ido a verlo?

– ¡No va a preguntarte nada, Claire! – explotó Chris, gritándole al desagüe –. ¡Porque no es él! Él ya no está.

Su exabrupto bastó para alejar a Claire de la puerta del baño, o tal vez ella se había dado cuenta de que era hora de irse y había ido a buscar su maleta. Quizá las dos cosas. Chris se frotó los ojos y suspiró profundamente mientras la oía mover ropa en la habitación, y esperó a que ella y el sonido de las ruedas llegaran a la puerta para asomar la cabeza fuera del baño.

– Si te pregunta – dijo, regañándose internamente por volver a las falsas ilusiones –, dile que ya no soy su capitán.

La mano de Claire tembló un poco en el picaporte cuando lo miró con ojos vidriosos.

– No.

Fue cuanto dijo antes de salir y dar un portazo detrás de ella.

Strangela's Nivanfield DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora