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Después de cinco horas sentados a la misma mesa, Piers hizo el amago de levantarse a pagar, pero Chris no lo dejó. Esa caballerosidad le resultaba insulsa, sin embargo, y cuando su capitán hubo pagado por todo, él se levantó y metió la parte que le correspondía en el bolsillo trasero de su pantalón con un movimiento casual.

– ¿Me está tocando el culo, teniente? – preguntó él, sonriente, utilizando su voz de mando militar.

– Imaginaciones suyas, capitán.

* * *

Si Chris hubiese sabido – o al menos pensado – que iba a volver a casa atrapado en un tórrido beso desesperado después de dos años de desconocido e inconsciente deseo con Piers Nivans, probablemente el soldado con el expediente más impecable de toda la BSAA, quizá se habría molestado en limpiar un poco antes. Como mínimo recoger la ropa sucia de toda una semana del suelo del dormitorio.

Nunca había imaginado que los besos de otro hombre pudieran provocar tales sensaciones en su cuerpo. A lo mejor solo se debía a que eran de Piers. Era una sensación electrizante, como un calambre que enviaba descargas de placer a cada uno de sus nervios.

Lo había apresado contra la puerta después de utilizar su cuerpo para cerrarla, restregándose contra él mientras disfrutaba el movimiento de sus manos bajo la camiseta. Estaba ansioso, impaciente, como si hubiera estado esperando ese momento durante mucho tiempo pero no lo supiera hasta esa noche.

De haber prestado más atención, habría podido probar mucho antes aquellos labios. Labios que en ese momento habían dejado libre su boca y bajaban lentamente por su cuello.

– Quiero acostarme contigo – susurró, más como reafirmación que como fin comunicativo. Lo sintió sonreír contra su piel.

– Y yo que creía que me habías traído a tu casa para jugar parchís.

Chris volvió a tomar posesión de su boca, mordiéndole los labios y asiendo sus muñecas para presionar sus manos contra sus nalgas. Su cuerpo ardía y el contacto entre ellos no estaba siendo suficiente. Necesitaba más.

Más.

Más – gimió.

* * *

Piers tenía la cabeza apoyada en su regazo mientras él fumaba en el banco del balcón. Tenía sueño y apenas podía mantener los ojos abiertos, pero quería quedarse despierto con él. Le resultaría más fácil si estuviese sentado en vertical.

– ¿En qué nos convierte esto, capitán? – preguntó con voz adormilada.

– En gais, supongo – Piers sonrió débilmente y pellizcó su pierna desnuda –. ¿No prefieres hablarlo por la mañana, cuando estés despierto?

– Estoy despierto ahora.

Chris le acarició la mejilla expuesta con su mano libre mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero.

– Pues no – dijo –. Duerme.

Strangela's Nivanfield DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora