-Epílogo-

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He tardado la vida en escribir esto –en realidad lo empecé hoy, pero me refiero a que llevo procrastinando desde julio– peeero está aquí. Ya. Ahora. Y es casi tan largo como los dos primeros capítulos juntos. Que no es mucho. Pero eso. No es un gran epílogo.

-Strangela-


– Capitán.

Violentamente, Chris abrió los ojos y se incorporó en la cama. La luz del sol se filtraba por las rendijas de la persiana cerrada, iluminando vagamente la habitación con motitas doradas, y el canto de los pájaros se oía alto y claro por la ventana abierta.

– No estaba dormido – aseguró con voz ronca, frotándose los ojos.

– Claro que no.

Piers se sentó pacientemente al borde de la cama, esperando que Chris se acomodase para tenderle una taza de café con su nuevo brazo derecho, sólido y brillante. Todavía estaba acostumbrándose a él, pero cada día resultaba un poco más fácil.

– ¿Hoy no hay huevos? – preguntó Chris, aceptando la taza y vaciando la mitad de un solo trago.

Suspirando, Piers lo miró con su ojo sano, mientras él mascullaba «mmm, café» entre sorbo y sorbo, y negó con la cabeza para sí antes de ponerse en pie y abrir la persiana.

– Teniendo en cuenta que hoy comemos en casa de mis padres y que casi es mediodía, no. Hoy no hay huevos.

Porque obviamente no se acordaba, Chris se atragantó con el café y se tiró por encima el poco que quedaba. Piers se acercó y le quitó la taza de las manos, conteniendo una sonrisa ante la sarta de obscenidades que el otro gritaba en susurros mientras trataba inútilmente de limpiar el café de su torso desnudo con las manos.

– Dúchate – ordenó de regreso a la cocina – y ponte ropa interior limpia, por favor.

Chris, que estaba intentando alcanzar con los dedos los calzoncillos del día anterior tirados en el suelo, gruñó.

* * *

– Ey, Claire – saludó Piers tras quitarle el teléfono del bolsillo a Chris –. No, acabamos de salir. Tu hermano, que entra en fase de hibernación y no hay forma humana de despertar- ¡no me pegues! Pues oye, chica, entra...

Así que ella ya estaba allí. Genial. Chris y Piers, llegando tarde a todo siempre.

– ¿Y qué vas a hacer? ¿Quedarte dentro del coche hasta que lleguemos como una pringada? ¡Si ya los conoces! Mejor entrar tú primera y crear buen ambiente antes de que aparezca tu hermano y empiece a decir gili- ¡las manos en el volante, Chris!

– Las manos en el volante, las manos en el volante. Siempre diciéndome dónde tengo que poner las manos...

– Cosa que no tendría que hacer si tú lo supieras... ¡Ah! ¡Chris! Mira, Claire, haz lo que quieras. Ahora voy a colgar porque este imbécil me está dejando la pierna hecha polvo y ya me llega con lo mío.

– Bien que te gusta que este imbécil te deje hecho polvo otro sitio.

El grito de Claire llegó hasta sus oídos desde el otro lado de la línea y Piers le devolvió el último golpe.

– ¡No necesito saber eso!

* * *

A pesar de que Claire era una mujer adulta que no había dudado ni dos segundos en tomar un vuelo a Lanshiang – el mismo vuelo que tomaron el señor y la señora Nivans – cuando la avisaron de que el novio de su hermano estaba allí, se quedó sentada dentro de su coche hasta el momento en que Chris y Piers aparcaron y se apearon del suyo.

Strangela's Nivanfield DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora