-3-

763 72 3
                                    

Claire tenía que entender lo difícil que era para él mantener esa decisión. Ella era la única que podía. La única que lo sabía. No se lo habían dicho a nadie más. De hecho, en un principio tampoco estaba previsto que su hermana se enterase; fue por mera casualidad.

Chris había vuelto a tumbarse en la cama, todavía a medio vestir y oliendo demasiado bien para ser un ermitaño. Su primera reacción había sido tratar de corregir, o al menos disimular, su inactividad de los últimos meses. No estaba en tan mala forma, pero no quería decepcionar a Piers. Se había duchado, afeitado e incluso recortado los pelos de la nariz. Entonces su teléfono volvió a sonar y todas sus intenciones dejaron de tener sentido cuando supo que el optimismo de Claire era solo una ilusión.

Estaba resentido con ella por haberlo llamado. Si no lo hubiera hecho, si la llamada hubiese sido solo de la BSAA, quizá en ese momento se sentiría menos en conflicto consigo mismo. Bien no, porque no se sentía bien desde antes de lo de Edonia, pero cualquier cosa era mejor que aquella sensación de fracaso, traición, culpa y desesperación.

No solo era su capitán, era mucho más. Por eso no quería ser él quien decidiese que no era Piers y tuviera que sentenciarlo a muerte. No podría vivir con ello. Y eso también sería traición. Si se equivocaba y moría siendo aún Piers, sería el peor error de su vida. Si se equivocaba y lo rescataba cuando era un peligro para la humanidad, cegado por sus sentimientos, sería también el peor error de su vida.

Demasiada responsabilidad para alguien incapaz de ser objetivo.

Un impulso le hizo estirar el brazo para abrir el primer cajón de su mesita de noche. Solo había una cosa en él, algo que a veces necesitaba sostener entre los dedos, para ver la sangre que manchaba las letras y recordar por qué estaba allí. Por qué él estaba allí y no muerto en el fondo del mar.

«Estos eran tus hombres, y murieron bajo tu mando. Si les das la espalda, todo habrá sido en vano.»

Se llevó el parche a los labios, notando en los ojos el picor de las lágrimas queriendo aflorar. Necesitaba una botella de whisky. Quizá dos.

* * *

Llevaba apenas diez minutos en el mueble bar cuando Claire llamó de nuevo. Le pareció extraño después de la mala despedida, pero quizá tenía que decirle algo más importante que sus emociones. Como que acababa de enterarse de que Piers había muerto. Chris rechazó el pensamiento invasivo y descolgó el teléfono.

– El vuelo se retrasa – dijo ella sin preámbulos –. Si te das prisa quizá aún puedas usar tu billete.

Chris rara vez pensaba en algo como el destino. Sí se le había pasado por la cabeza cuando tuvo que salvar al chico de Wesker, el mismo día que Piers lo había salvado a él, pero no podía caer en tales creencias en un momento como ese. No podía anteponer el destino a todo lo demás.

– Si estoy equivocado – su voz se quebró – y aún es capaz de recordar quién era antes del 1 de julio... dile que lo siento. Por todo.

Colgó antes de que ella tuviera tiempo de responder nada. No podía echarse atrás.

Solo tenía que seguir bebiendo.

* * *

El alcohol, las decisiones lógicas y las posturas sólidas no eran una buena combinación, por eso poco después Chris había ejercido algo de presión sobre la BSAA y el FOS utilizando su antiguo puesto de capitán y había conseguido que le proporcionaran transporte directo a la zona afectada de Lanshiang.

Sería más rápido que un vuelo civil de dieciséis horas, pero un trayecto largo y agotador aun así.

El jet lag iba a mezclársele con la resaca.

Strangela's Nivanfield DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora