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El viaje fue agotador, pero él se negó a descansar cuando llegó. Lo llevaron en Humvee hasta el hospital. Trataron de explicarle en qué estado se encontraba Piers, pero él se negó a escuchar. Estaba demasiado cansado, le dolía demasiado la cabeza, no quería pensar. Lo único que quería era llegar hasta él y que fuera lo último que viese antes de sentarse junto a la cama y dormir con la cabeza apoyada a su lado.

Daba igual si estaba inestable y podía arrancarle la cabeza mientras dormía. No quería saberlo.

Siguió a una doctora a lo largo de un pasillo que parecía interminable. No dejaban de pasar por delante de puertas a las que ella no prestaba ninguna atención, como si estuviesen pintadas en la pared, y seguían andando, andando, por lo que parecían repeticiones del mismo sitio todo el rato, como un bug de un videojuego.

Le dolían los globos oculares.

Su cabeza podía explotar en cualquier momento.

Aquel pasillo no tenía fin.

¿Chris?

Chris abrió los ojos al oír su nombre. Seguía dentro del Humvee, solo. Tardó un momento en localizar a la persona que lo llamaba.

– ¿Sherry?

* * *

– Le amputaron el brazo esta mañana – informó Sherry, mirándolo con precaución, como si temiera que Chris pudiese enfadarse con ella por decírselo –. Están utilizando la sangre de Jake para hacerle transfusiones, solo para asegurarse. No es que a él le haga mucha gracia, pero podría negarse si quisiera. Ni siquiera ha pedido dinero.

Chris miró el suelo.

– Dijeron que no había esperanza para él.

– No la había al principio. Pero gracias a la supuesta colaboración de una mujer llamada Ada Wong, la situación ha mejorado mucho para él estos últimos días.

– ¿Ada Wong?

Sherry asintió.

– Ada Wong está muerta.

– No, no lo está. No sé para quién trabaja, pero tiene acceso a información que nosotros desconocemos. Y le ha salvado la vida.

Él no respondió. No entendía por qué Ada Wong seguía respirando, y tampoco quería hacerlo. Ya pensaría en eso más tarde.

– ¿Piers está... consciente?

– Ahora mismo, no. Ha estado durmiendo todo el día, y antes de eso estaba sedado la mayor parte del tiempo. El virus lo hacía experimentar accesos de ira y arranques violentos. Muy violentos. Pero ahora, sin el brazo, los análisis muestran que está remitiendo.

– Eso suena... bien.

– Es genial, en realidad.

Por primera vez en mucho tiempo, y pese al dolor de cabeza y al agotamiento físico y mental, Chris tuvo ganas de sonreír. Claire había tenido razón desde el principio. Le debía una copa. Y ahora que pensaba su hermana...

– ¿Fuiste tú quien se lo contó a Claire?

– Me pareció una buena idea que fuera ella quien te lo dijese...

– ¿No ha llegado todavía?

Sherry frunció el ceño, confusa.

– ¿No habéis venido juntos?

– No. Yo no iba... no iba a venir.

* * *

Chris esperaba fuera de la habitación, golpeando el suelo con la punta del pie. Sabía que Jake estaba dentro, y no iba a entrar hasta que pudiera estar a solas con él. Necesitaba tocarlo, hablarle aunque no pudiese oírlo y quizá incluso llorar un poco, algo que un capitán no haría por un soldado cualquiera.

No necesitaba que nadie más se enterase.

Menos mientras Piers siguiera inconsciente.

Tras una larga espera, la puerta se abrió.

– Mierda, el que faltaba – farfulló Jake antes de que la enfermera lo hiciese a un lado.

– ¿Señor Redfield? – Chris asintió –. Me avisaron de que iba a venir. Puede entrar si quiere.

– Gracias.

Ni siquiera esperó a que se alejaran antes de entrar en la habitación y cerrar la puerta detrás de él, con el corazón en un puño.

Se acercó a la camilla, despacio, sintiendo cómo sus sienes palpitaban al mismo tiempo que su corazón. Veía la figura de Piers, tumbada en la cama, un cuerpo conocido del que llevaba apartado casi un año, inmóvil salvo el involuntario vaivén de su pecho al respirar. Tan lejos, y a la vez tan cerca.

Había parecido una eternidad.

– ¿Piers? – lo llamó en voz baja, queriendo saber si estaba despierto antes de acercarse más. No obtuvo respuesta por lo que siguió caminando hasta finalmente detenerse junto a la cama.

La sábana solo lo cubría hasta la cintura. Su ojo derecho estaba cubierto por una gasa; lo que quedaba de su brazo derecho, envuelto en una venda, y en el izquierdo tenía el tubo del suero. Tenía la piel amoratada, marcada, y sus venas todavía eran visibles a través de una piel que parecía muy pálida.

Pero, por lo demás, era él.

Estaba vivo. Estaba bien.

Chris empezó a llorar tan pronto como asió su mano. Se sentó en una silla, junto a la cama, y besó el dorso una y otra y otra vez hasta quedarse dormido con la cabeza apoyada a su lado.

Por primera vez en casi un año, no soñó con el 1 de julio de 2013.

Strangela's Nivanfield DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora