v. putting on the clothes

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putting on the clothes

chapter v

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La mañana había aparecido gris y lluviosa en West Ham, recordando que el otoño se encontraba más cerca de lo que algunos deseaban. 

Madison, aún tumbada sobre la cama, llevaba horas despierta, contemplando el techo y con la cabeza en otro mundo mejor que la realidad que estaban viviendo. El repetitivo sonido de las gotas al caer había sido su única compañía desde que Grizz se deshizo del calor de las sábanas, desvelándola en el acto, para relevar a Luke y hacer el último turno de guardia, usando el porche como resguardo de la lluvia. Los tímidos rayos de sol que se atrevían a asomar por entre el espeso manto de nubes que cubría el cielo, y que llegaban a colarse por las cortinas de la habitación de invitados de la casa de Allie, terminó por sacar a la morena de la cama.

Madison se calzó sus viejas zapatillas grises de estar por casa y, para evitar que el frío calase sus huesos, se colocó la chaqueta del equipo de fútbol americano del instituto que había pertenecido a su hermano Dylan, depositando antes un beso cobre la H naranja del pecho.

Enfiló las escaleras que llevaban a la planta baja, dispuesta a prepararse una bebida caliente que la aportase las fuerzas necesarias para comenzar el día. Así que, de puntillas y sin hacer ruido para no despertar a nadie llegó a la cocina, donde fue sorprendida por Allie, quien, madrugadora, ya desayunaba con la vista perdida a través de la ventana.

— Buenos días, Allie —saludó. Su voz salió ronca, a pesar de llevar despierta varias horas, una sonrisa adormecida se dibujó en sus labios. Allie se giró en su dirección para devolverla el saludo, y entonces Madison pudo reparar en las acentuadas ojeras bajo los ojos de su amiga y dedujo que para ella también las noches eran malas.

— Buenos días, Mad —le devolvió el saludo—. ¿Has dormido bien?

Madison negó con la cabeza mientras alcanzaba un par de tazas de la alacena:— Nada bien, ¿y tú?

— No sé si ni siquiera he llegado a dormirme —y le dio un pequeño sorbo a la bebida de su taza, para luego fijar de nuevo su mirada en la ventana.

La morena, una vez hubo preparado ambos cafés (uno para ella y otro para Grizz, quien debía de estar pasando bastante frío fuera en el porche), agarró el bote del azúcar para echar una cucharada y media en uno de las tazas, tal y como Grizz lo prefería.

Con el máximo cuidado que podría tener alguien tras horas y horas en vela, la morena atravesó la cocina y el comedor para salir al encuentro de su mejor amigo, saludando de paso a Bean, quien realizaba sus estiramientos matutinos en un rincón del comedor.

𝐁𝐀𝐃 𝐃𝐑𝐄𝐀𝐌. (the society)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora