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drop by drop
chapter iv
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Dylan Gray nunca creyó que le mataría algo que no fuese la vejez y el tiempo, pero aún así el disparo penetró en su piel como si de mantequilla se tratase, robándole la respiración paulatinamente. Cayó de rodillas en la acera fría y sucia, con las manos sobre la herida chorreante y sus ojos avellanas puestos sobre su asesino.— ¿Por qué lo has hecho? —fue lo único que consiguió salir de sus labios, aunque con enorme dificultad. Su asesino no respondió, en cambio se miró las manos que aún sujetaban el arma homicida y levantó la vista hacia ambos cuerpos, sin poder evitar una mueca de horror cuando sus ojos y los de Dylan se encontraron. Él no quiso matarlo, solo quería acabar con la puta de Cassandra, pero se asustó, joder, se asustó cuando Dylan salió por la puerta tras oír el disparo que terminaría con la vida de la rubia en tan solo unos instantes. Así que disparó por miedo, por miedo a ser descubierto o aún peor, por miedo a acabar como ellos. Todo pasó muy rápido— ¿Por qué? —la voz entrecortada de Dylan le hizo volver a la realidad y echó un último vistazo al moreno, quien ya no se sostenía sobre sus rodillas y había caído al suelo, pero seguía mirando a su asesino, implorando con sus ojos avellanas ser salvado, él y Cassandra, porque no podía permitir que ella muriese.
Y huyó, dejándolos solos en el arrullo de la noche. Dos hermanos mayores que ya no podrían proteger a sus hermanas pequeñas.
Fue entonces cuando Dylan Gray descubrió que era verdad que, justo antes de morir, la vida pasaba como una película delante de los ojos, y lo que más se repetía en la suya era la sonrisa y los ojos aguamarinas de su Madison, y se sintió afortunado de haber tenido una hermana como ella, sobre todo cuando un recuerdo en particular pasó por su cabeza: Una tarde hace muchos veranos, cuando no eran más que unos mocosos que les asustaba la oscuridad y el monstruo que había bajo su cama. Aquel día, su hermana y él consiguieron convencer a sus padres de dormir ellos dos solos en la casa del árbol que entonces tenían, pero las largas sombras que la luna proyectaba hicieron llorar a la pequeña Mad, que llamaba a sus padres a voz en grito.
Pero Dylan la rodeó con los brazos, recorfontándola. "Pelearé con todos los monstruos que haga falta para que nunca más tengas miedo, Mad", la había dicho aquella noche, y después cuando ella asintió y se calmó, Dylan la contó mil y una historias diferentes sobre el caballero y héroe Sir Dylan y su inseparable y valiente compañera Madison y sus guerras contra dragones y brujas malvadas. Decir queda que ninguno durmió ni un minuto aquella noche, porque recrear las batallas era demasiado divertido como para parar. Sus padres les encontraron a la mañana siguiente dormidos fuera de los sacos, abrazados y con una sonrisa en la boca.
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𝐁𝐀𝐃 𝐃𝐑𝐄𝐀𝐌. (the society)
Hayran KurguBD| Sin padres, sin reglas, sin nada que te retenga. Libres, al fin.