Introducción

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Alguna de aquellas veces en las que somos tan solo mi mente y yo -momentos en los cuales me paro a reflexionar sobre los hechos que me acontecen- me vi imaginando un mundo en el cual fuese yo, la última persona existente. Supuse entonces, debería tener algún plan de reserva para sostener la poca cordura que espero poder llegar a preservar en un echo como tal. 

Bajo el ojo crítico de aquella voz que me hacía reflexionar sobre tales cuestiones, me vi temblando ante mis ideas sobre aquél acontecimiento que se me hacía demasiado cercano. La acumulación de emociones de ese día en el cual desarrolle tal devastador pensamiento me acarreó la razón.

Con mi alma aplastada cual sapo húmedo sobre el asfalto de un febrero en San Pedro, me detuve a analizar aquello que ya conocía pero no quería revivir. Mi temperamento era sumamente incorruptible y aquella intensidad con la que había crecido sería compañera mía por el resto de mi vida. Quisiera o no, tendría que aprender a convivir con ella y empezar a entenderla o al menos pretender hacerlo como buena amiga. 

Retrocediendo para analizar, y parando justo donde me había quedado tras las lágrimas causadas por la empedernida búsqueda de una razón que explicase o al menos consiguiera brindar lo más cercano de por qué todo me era más fuerte de lo que realmente parecía ser, entendí que aquella bendición que me permitía sonreírle con extrema felicidad a aquellas pequeñas e irrelevantes cuestiones, también sería causante de mis extremas caídas hacia lo más profundo de mis tempestades.

Nunca quise ser como soy, y sin embargo si me dieran la opción de cambiarlo tampoco lo haría. Realizar de vez en cuando aquella expedición a lo más profundo de mis realidades no era una mala decisión cuando necesitaba un modo de escapar de lo que era el presente. Imposible me sería no olvidar de vez en cuando -y bastante seguido diría yo- aquellas conclusiones que los momentos de reflexión me habrían otorgado, pero sabría que siempre podría regresar a aquél té acompañada de aquella voz dentro de mi mente que me permitiría encontrar nuevamente las respuestas que apaciguaran los gruñidos de mi alma siempre que se presentaran.

No recuerdo cuándo entendí aquello más importante que aclamaba mi ser, pero fue entonces que supe, aquello que escribo jamás dejará de existir. 

Mil voces en el silencioWhere stories live. Discover now