Nytelse || TinCan

5

El tiempo había seguido su curso, los meses pasaron y estaba ya por cumplirse casi un año desde que los destinados habían formado su enlace.
El recuerdo de ese traumante episodio fueron borrados casi en su totalidad y ahora ambos vivían plenamente tranquilos.

Durante su tiempo, crearon momentos muy lindos, en el día demostrándose su amor más puro y dulce; en las noches mostraban su amor más apasionado, sin dejar de repetirse cuánto se amaban.

Los lobos de ambos hacían presencia cada cierto tiempo y tanto Tin como Can dejaban que hablaran desde lo más profundo de su ser, mostrando esa parte escondida y demostrándose amor muy a su manera.

Era uno de muchos días frescos de Marzo, ambos se encontraban en el sofá de la casa de Tin, viendo una película de terror.
Aunque la realidad era, que ninguno prestaba atención, solo era un momento acogedor, escuchando la respiración del otro.

—Can —El mencionado solo hizo un pequeño ruido, dando a entender que lo escuchaba—. ¿No has pensado en vivir solo?

Se mantuvo en silencio durante un momento.
A él le parecía muy atractiva la idea de vivir sin su madre y hermana, pero en su interior, algo no quería dejar su hogar porque se sentía seguro bajo ésta.

—No lo sé, Tin —murmuró el omega, para posteriormente acurrucarse en el pecho del mayor—. No trabajo todavía y no quiero que mi madre pague un departamento.

—Yo podría...-

—No —Can lo interrumpió rápidamente—. No dejaré que pagues nada más.

Tin suspiró y acarició los rebeldes cabellos de su Omega. Él había crecido viendo como su padre mimaba y consentía a su madre, observando el amor que se daban dulcemente y como lo demostraban de manera tierna.

Él amaba eso de sus padres y desde pequeño se prometió a si mismo cuidar y amar al Omega que estaría con él incluso en los momentos más difíciles.
Pero nunca pensó que ese omega fuera tan testarudo e independiente.

Ante ese recuerdo sonrió, porque su omega era fuerte y eso lo hacía diferente al resto, por eso estaba tan perdidamente enamorado.

—Nunca puedo convencerte —reprochó mientras abrazaba a Can por la cintura—. Cantaloupe es tan difícil.

Can soltó una risita y se volteó, quedando sentado sobre Tin. Tomó su rostro entre sus manos y le dió un beso esquimal.

—No dejaré que gastes por mi Alfa tonto—sonrió y dejó un beso en los labios de Tin—. Así que acostúmbrate, cariño.

Tin soltó un jadeo sorprendido, era la primera vez que Can le decía de tal forma.
El Omega lo miró confundido, pero después de un momento, se dió cuenta de lo que dijo y se sonrojó fuertemente, el mayor solo sonrió y lo abrazó, escondiendo su rostro en el cuello del menor.

El día pasó y la luna ya estaba en su punto más alto, la habitación estaba en silencio y dentro, un Alfa miraba con admiración a su Omega que se encontraba dormido.

Días después de que Can fuera marcado por Tin, ambos les contaron a los padres del Alfa.
Ya conocían a Can, asi que la noticia los llenó de felicidad, tiempo después, los mayores decidieron regalar a su hijo menor una casa donde pudiera vivir junto a su Omega y en un futuro, sus cachorros.

En la familia de Can no fue tan difícil convencerlos de su enlace, puesto que la madre de Can ya había aceptado al Alfa.
Fue poco el tiempo de espera para que ambas familias se juntaran, una cena y ambas se llevaron bien.
Habían momentos incluso donde las madres buscaban la manera de tener tiempo libre y pasar una tarde juntas.