Corría el año 2989 de la Tercera Edad del Sol cuando la vida de Bilbo Bolsón volvió a dar un giro inesperado.
Ya hacía varias años que había regresado a la Comarca, donde había retomado su vida apacible en la que nunca le pasaba nada, claro que nunca volvió a ser como había sido entonces, pues él ya no era el mismo y había perdido ciertamente su reputación de hobbit respetable. Miles de rumores con respecto al tesoro que poseía y las aventuras que habían vivido se esparcían por toda la Comarca, haciendo que ganase el recelo de muchos de los suyos, pero eso poco le importaba.
Los primeros meses vivió con una extraña tensión recorriéndole el cuerpo, como si esperase que de un momento a otro una horda de enanos apareciese por la puerta o que Gandalf le lanzase una señal en forma de carta mágica o fuegos artificiales, pero nada de eso ocurrió y llegó un momento en el que se resignó y retomó una rutina basada en siete comidas al día, o más en días de fiesta, fumar en pipa y escribir en su diario.
El caso fue que en aquel año ya nombrado, 2989 de la Tercera Edad del Sol, ya habituado a una vida apacible en la soledad de su agujero-hobbit, ocurrió una desgracia que cambiaría el curso de sus días venideros. Sus parientes Drogo Bolsón y Prímula Brandigamo murieron ahogados, dejando huérfano a su hijo Frodo Bolsón, quien entonces tan solo tenía 12 años.
Dicho accidente causó una conmoción tal en la Comarca que no se había visto cosa igual desde que Bilbo regresase de su aventura tras ser declarado muerto. Se hablaba mucho y no demasiado bien sobre el asunto. Muchos cuchicheaban que resultaba muy raro que ambos padres navegasen en el lago cuando se ahogaron. Los hobbits no eran amantes del agua, pocos sabían nadar y ninguno era navegante, de modo que se especulaba sobre qué clase de locura se había apoderado de aquella familia y sobre si esa locura había marcado a su vástago ahora huérfano.
A Bilbo le hervía la sangre, aquello le resultaba no solo absurdo sino insultante. Expresó en todas y cada una de las reuniones públicas que se realizaron sobre el asunto su desagrado por la actitud de sus vecinos y tomó una decisión. No podía ser de otro modo después de posar la mirada en los tiernos y asustados ojos azules del pequeño Frodo.
—Yo me haré cargo de Frodo. Voy a adoptarlo. — dijo con convicción, dejando atónitos a todos los presentes en la reunión. Hubo mil y un réplicas, pero nadie podía impédirselo, pues existía el suficiente parentesco, y de todas formas Bilbo no estaba dispuesto a escuchar a nadie. Sin prestarles atención se acercó a su sobrino y extendió su mano regalándole la mejor de sus sonrisas. El niño la tomó y juntos se marcharon.
Era tal vez lo que Bilbo Bolsón siempre había deseado en secreto, tener un hijo, y Frodo era un niño absolutamente encantador que idolatraba a su tío. Bueno, siendo precisos, en realidad Frodo era primo segundo por parte de madre y primo tercero por parte de padre del señor Bilbo, pero él siempre lo trató como si fuese su tío.
A los 12 años Frodo todavía era un niño, ya que los hobbits no tienen el mismo desarrollo que los hombres y viven bastantes años más, de modo que Bilbo prácticamente lo crió y de una manera nada convencional para un hobbit, todo sea dicho de paso.
Su vida monótona se llenó de colores nuevos, de sabores nunca antes probados. Dejó de importar que ningún extraño visitase su puerta, porque vivir cada día con Frodo significaba una nueva aventura, mucho más sencilla y modesta, pero igualmente gratificante.
Daba la casualidad, si es que existen las casualidades, de que Bilbo y Frodo cumplían años el mismo día, en el equinoccio de otoño, día 22 de septiembre, y ese día Bilbo siempre organizaba una gran fiesta para los dos en la que todos sus vecinos olvidaban momentáneamente sus recelos por la familia Bolsón para disfrutar de las celebraciones, que incluían abundante comida y lo mejor de todo, fuegos artificiales del mismísimo Gandalf el Gris.
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El secreto bajo la montaña [Smaugbo]
FanfictionBilbo era un hobbit corriente y respetable hasta que apareció Gandalf en su vida. Todos conocemos a grandes rasgos su aventura, pero todo cuento tiene más de una versión.