CAPÍTULO III: ROSA ROJA, ROSA AZUL

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Es sábado, como tengo libre, puedo levantarme tarde.

Las nueve. Es un día precioso, las aves cantan, la brisa baila alegremente entre las flores, el sol no podría estar más radiante... Tengo hambre. Voy a ver si Giovanni me guardó algo para desayunar, voy a bañarme y vestirme y... "¿Eh?, ¿qué es esto debajo de mi puerta?" Una carta. "¿Para mí?... Vaya, tiene un sello de cera azul, con la letra L en relieve... ¿Alguien usa todavía los sellos de cera?" Quito el sello con cuidado de no romperlo, abro la carta:

"Para David:

Hola, lamento lo que pasó en la fuente, no quise burlarme así. También lamento haberte abandonado, fue una sorpresa inesperada y no supe reaccionar bien. Ha pasado mucho tiempo, y hay mucho que necesito decirte. ¿Podrías venir a mi habitación a la medianoche a conversar? Procura que nadie te vea, sé sigiloso.

Lila."

Al parecer nadie aquí usa celular. Vaya, tiene una letra cursiva preciosa, usó una pluma estilográfica y se nota a simple vista la calidad del papel que usó. En la esquina inferior izquierda hay un sello de agua con el diseño de una mariposa. Me pregunto si... Sí, le echó perfume. Es un aroma de flores tenue. A pesar de lo que me dijo Cinthya (de lo torpe que puede llegar a ser al relacionarse con otros), es bastante detallista.

"A medianoche, ¿eh?, bueno, no creo llegar tan tarde de comer con Cinthya... Comer... ¡Cierto! ¡No he desayunado!"

Pude hacerme un sándwich con lo que le sobró a los demás. Ahora tengo bastante tiempo libre hasta la tarde, me dijeron que cuando pudiese fuese a las caballerizas a aprender a montar a caballo. No tengo nada mejor que hacer, así que voy.

Es la una en punto de la tarde, terminé de almorzar y voy a mi cuarto a prepararme para salir. No me traje mucha ropa de mi casa anterior, ni tampoco creo que deba llevar algo muy formal, debería preocuparme antes por el peinado. Me pongo una camisa azul de manga corta, un pantalón negro y zapatos, me tomo un pequeño rato peinándome, salgo a la entrada de la casa y la espero.

Después de un rato sale... Tuve que cerrar los ojos un momento y volverlos a abrir porque no les daba crédito, ¿quién diría que, vestida con ropas normales, se vería tan preciosa? Lleva unos tacones bajos color negro, un vestido veraniego, de color verde esmeralda, floreado, con falda mediana que le queda de maravilla, y su color hace un contraste perfecto con su cabello rojo cobre. Además, lleva un par de pulseras doradas y un collar, distinto al de antes, esta vez tiene un pequeño corazón.

Al parecer nota mi asombro y, con una sonrisa pícara gira, luciendo su atuendo.

-¿Cómo me veo?

-Preciosa. Solo esa palabra encuentro.

Me agradece con una sonrisa y emprendemos el viaje. Mientras bajamos por el camino vemos el pueblo desde arriba. La mansión queda en lo alto de un monte, y el pueblo a sus pies. Es un pueblo cercano al mar, pequeño y pintoresco. Por las tardes se ven atardeceres preciosos.

Hablamos de lo bonito que es vivir en un pueblo pequeño: no hay embotellamientos, el aire es más limpio y la gente más amigable, además de la increíble vista nocturna que se tiene de las estrellas, al no haber casi contaminación luminosa...

Llegamos por fin al pueblo, pasamos en medio de un pequeño parque con una fuente de ángel. Los lugareños, alegres, nos invitan a entrar en sus establecimientos. Nosotros, después de andar un rato, llegamos finalmente a la crepería. Es como una cafetería normal, pero con crepas. Son las tres, vaya, nos tomamos nuestro tiempo viniendo.

Pido para mí, una de choco-banana y ella, una de crema y fresas. Comemos y vamos a ver el atardecer, pero aún quedan un par de horas. Hablamos entonces en una banca en la playa debajo de una palmera.

Juro que volveréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora