CAPÍTULO IV: PREPARÁNDONOS PARA UNA FIESTA

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A la mañana siguiente de mi charla con Lila, don Gerardo me llama a su despacho. Muriéndome del miedo, subo las escaleras, creyendo que nos descubrió la noche anterior. Temiéndome lo peor, llamo a su puerta. ¿Qué sería de mí si me despidiera? ¿Qué sería de Daniela sin mí? ¿Aguantaría la soledad, o renunciaría para venir conmigo? No volvería a ver a Cinthya, ni a Lila...

Entro después de obtener la autorización, miro con detenimiento su despacho: dos librerías a un lado y al otro, llenos de libros. Al fondo, un balcón. Y atrás (en la pared donde se encuentra la puerta), una inmensa pintura de una mujer muy bonita con un parasol, leyendo sentada al lado de unas rosas. Me quedé un rato contemplando la pintura, a lo que él me dijo:

- Linda, ¿verdad? Es la madre de Lila, se llamaba Esmeralda.

Ella falleció cuando Lila era muy pequeña debido a que tenía una salud muy frágil. Solo tengo un vago recuerdo de ella. Después de contemplarla unos instantes más, le respondo:

-Estoy seguro de que estaría orgullosa de ver lo hermosa que se volvió su hija.

-Ciertamente. Ven, siéntate, hay algo de lo necesito hablar contigo.

Su escritorio, hecho de cedro, es inmenso. Tiene ahí su computadora, algunos papeles y algún que otro dulce de café, parecen alguna clase de prototipo. Para mi alivio, mi gran alivio, solo desea hablar acerca de mis estudios. Después de meditar acerca de mis opciones, llegamos a la conclusión de que estudiar en cierta universidad que da la opción de tener clases por internet sería lo más conveniente, así podría dedicarme a mis labores y deberes como se tiene que hacer.

Terminada la charla, vuelvo a mis labores habituales, podando los jardines, recogiendo fruta... Y así pasaron varios días.

Es increíble la cantidad de trabajo que hay que hacer para preparar una fiesta. La ingente cantidad de llamadas, contrataciones, licitaciones, compras, invitaciones, decoraciones, comida, entretenimiento, música... Nadie tiene un momento de paz en esta mansión, y conforme se va acercando la fecha límite, mayores son las carreras en las que estamos todos. Durante ese tiempo, casi no veo a Cinthya, y las pocas veces que la veo, está corriendo de un lado para otro.

Cierto día, mientras podo un árbol que se ubica junto a la casa para darle sombra a la sala de estar, Lila se asoma por la ventana del piso de en medio y se pone a hablar conmigo:

-Hola, ¿estás ocupado?

-No mucho la verdad, este árbol se está comportando bien, si sigue así va a quedar precioso para la fiesta.

-La fiesta, ¿eh?...

No parece muy animada, apoya los brazos en el marco de la ventana, y su cabeza sobre su mano derecha, mientras que la izquierda cuelga. Deja escapar un gran suspiro mientras me mira. Como me está poniendo incómodo, y es más que evidente que quiere decir algo, le pregunto al fin:

- ¿Hay algo que agobie a mademoiselle?

-A veces me gustaría poder ser una de ustedes. Estar todo el día sin nada que hacer en una casa grande y vacía no es bonito, para ser sincera es muy aburrido...

-Podría salir y dar una vuelta a caballo.

-Los están vacunando, no es conveniente que se enfermen antes de la fiesta.

- ¿Y si va a leer un rato en la biblioteca o en la fuente?

-Ya los leí todos, no hay ningún libro nuevo que me interese leer.

-Es una verdadera lástima. Entonces ¿qué planea hacer?

-Verte podar.

-¿No es muy aburrido?

Juro que volveréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora