Capítulo 20 - Como el primer día

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Muerte regresó a su morada. Aún tembloroso y convulsionando. Sus Bellogiovane salieron a recibirle, pero el dios los ignoró, profundamente alterado.

Tanto que al llegar al salón principal del inmueble, se lanzó frenético contra los muebles. Arremetiendo furiosamente contra todos los objetos con los que se topó. Lanzando lámparas y candelabros contra el suelo o hacia las ventanas. O destrozando los cuadros contra las mismas paredes en los que habían estado colgados.

Y como si aquel dios hubiese enloquecido, el sonido de cristales rotos se prolongó hasta bien entrada la madrugada.

Por lo que tras gritar, llorar y clamar a los cuatro vientos durante horas y hasta desfallecer, aquella destrucción autoimpuesta finalmente cesó. Quedando aquel dios sumido en un oportuno sopor, conseguido tras embriagarse sin control con la primera botella de licor que calló en sus manos, sumido en su propia decadencia.

Así quedó prácticamente inconsciente. En un duermevela espeso y sin sueños. Sobre los fragmentos rotos de sus antiguos objetos ornamentales, partes arrancadas de muebles, y algunas teclas del piano del salón que ahora yacía desperdigado en varias trozos por ahí. 

El como ningún otro habitante de Ithis pudo escuchar todo aquello tan sólo tenía su origen en lo alejadas que estaban las viviendas de los dioses entre sí. Todo por la privacidad de estos. Algo que solía acarrear tan sólo ventajas, pero en aquel caso no estaba del todo claro.

De tal forma que la mañana encontró a todos los Bellogiovane de "Vanidad" en el jardín de aquella suntuosa morada. De pie. Sin saber qué hacer. Buscando los unos en los otros alguna instrucción que seguir.

Ordenes que nunca llegarían.

Aquel mismo día Muerte hecho a todos ellos de aquella casa. Sin pensar. Sin querer mirarles siquiera. Aquel dios se deshizo de ellos para siempre.

"NO QUIERO SIERVOS. NO QUIERO A NADIE." Les gritó con voz quebrada aquella mañana concreta.

Los Bellogiovane de Vanidad comenzaron a deambular de un lado a otro, erráticos, por todo el Fabren Bastion. Muchos dioses no repararon en lo raro de estos vasallos vagando sin rumbo por ahí. Considerándolos de forma automática como siervos en mitad de algún mandado.

Sabiduría en cambio sí observó aquello como otro suceso extraño. Pero se desentendió con rapidez tras mirar una vez más a su brazo aún escayolado.

"Cuando nos alcance la tragedia será por tu maldita culpa estúpido inconsciente."

Después el dios de gafas con una expresión llena de profunda determinación, aferró con más fuerza las carpetas que  trasportaba bajo su otro brazo, y se apresuró en su camino hasta uno de los grandes y acristalados edificios del Fabren Bastion. 

Tras este fugaz pensamiento dedicado por completo a cierto dios de piel turquesa, este bien podría haber sentido como le pitaban los oídos por la cantidad de veces que su nombre fue mentado aquella mañana.

Pero no se enteró.

Y continuó sintiéndose desconcertado y confundido, apartado de casi todos. Mientras pretendía darle el supuesto tiempo que su pareja le había pedido.

Al fin y al cabo esa era la razón por la que el otro dios se había ido en mitad de su improvisada "cita" ¿no?

Él mismo se lo había dicho antes de ésta: Necesitaba tiempo para estar solo y pensar. Tenía muchas ideas por aclarar.

Ese fue el único motivo por el que Vida no buscó al otro dios después de aquello. Suponiendo que pese a toda su buena intención, al final tanto presionar le había agobiado.

Utopía [ Amolad ] [ A Matter Of Life And Death ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora