Miniextra 4

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Vestidos y pasteles.

Draco debía ser el único hombre sobre la faz de la tierra capaz de pasar dieciocho horas, seguidas, dentro de una tienda, por un vestido para una novia que no era suya, ni un pariente. Al menos, Harry estaba convencido de ello.

Salió del apartamento bien temprano, sin desayunar, porque comería con Ze, 'por ahí', dijo. Harry los alcanzó en la tienda a media mañana, se quedó para ver dos pruebas de vestidos, a Ze hacer preguntas, a Draco menear la cabeza con observaciones complejas sobre tallas, telas, cortes, accesorios, y algo de combinaciones de no sabía qué.

Se marchó. Regresó poco después del mediodía, con Dante, que saludó a su prometida desde afuera de la tienda, y les dejó la comida, para asegurarse de que no se olvidarían de almorzar.

En la tarde, cuando estuvo de paso para preguntar cuánto les faltaba, se topó con Luna, que no duró más de media hora, antes de excusarse con que tenía que ir por los gemelos. Ze todavía no tomaba una decisión por entonces, y Harry se resignó a esperar.

Y luego se hizo de noche. Y después era de madrugada, y Harry no comprendía por qué demoraban tanto para comprar una sola pieza de ropa.

—¿Cómo es que no lo entiendes? —Le siseó Draco, con esa amenaza susurrante que ahora daba por lo poco que podía hablar en voz alta—. Tiene que ser perfecto para ella, tiene que ser un color ideal, un escote ideal. No puede verse como si fuese a provocar a alguien, ni puede perder la belleza frente a su esposo. Harry, por Merlín, de este vestido depende el futuro de su matrimonio.

Él pensó que era exagerado, pero por la manera en que Ze se mostraba de acuerdo, y porque no tenía ganas de discutir, lo aceptó.

Y se hicieron diecinueve, veinte, veintiún horas...

—0—

La semana siguiente fue la prueba de los pasteles, y por muy irónico que fuese, Draco, que se unió a ellos a mitad de la tarde, arrugó la nariz desde el otro lado de la mesa, con los ojos puestos en su porción de 'degustación'.

—No entiendo cómo es que lo que comen puede ser tan importante —Murmuró. Y Harry, sin darle explicaciones a nadie, se empezó a reír al pensar en el día y medio en la búsqueda del vestido.

Para romper una maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora