Miniextra 7

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El lugar que amas, también puede ser una persona.

Siendo sinceros, Draco es un hombre extraño. Tiene una serpiente estranguladora a la que le da galletas saladas, un elfo invisible que lo sigue tratando como un niño herido, y un esposo al que ama, aunque casi nunca se lo diga.

Todavía se tensa cuando una puerta se cierra de golpe, tiembla cuando debe sacarse la sangre para una prueba, tiene pesadillas que calma abrazando a Harry, recordándose que él es real, los sueños no. A veces, le da frío de la nada, y no puede dejar de agradecer que su collar curativo aleje la sensación escalofriante de una presencia que no debería estar ahí, a pesar de que tampoco se lo cuente a nadie.

No le gustan los espejos, porque después de las antiguas cicatrices y el glamour, no se reconoce a sí mismo. Ya no. Puede ver la Marca Tenebrosa en su brazo y odiarla, o puede recordar que Ze se ha tatuado una igual llena de flores, y es por él, y Draco no podría haber pedido una amiga mejor desde que perdió a su Pansy.

Ha amenazado al esposo de su amiga, y luego le ha dicho que, si tienen un hijo, quiere que lleve un nombre de constelación, porque son preciosos, especiales, y a Ze también le encantan. Y de improviso, sin avisarle a nadie, ha visitado el área de enfermedades mentales y mágicas de San Mungo, se ha sentado junto a la camilla de una mujer demacrada de mirada perdida y ha pensado por horas, hasta llegar a una conclusión.

—Matarte me haría más daño a mí que a ti. Y tú ni siquiera sabes lo que has hecho.

Le palmea la mano, ganándose un segundo de cordura y atención, y en lo único que puede pensar al retirarse, es que el hospital sigue siendo una mierda con olor a limpio, y Hermione Granger es una mujer tan miserable que no podría hacer nada que lo empeorase. Ni tiene ganas. Digámosle que es otra consecuencia de pasar tanto tiempo con un héroe gryffindoresco.

Y sí, es muy probable que Draco siga insistiendo en mantener las puertas abiertas, se pase horas dentro del laboratorio y mire a la nada a veces, y que se niegue a aceptar que le encanta que Saaghi se le enrosque en el cuello, y que Marco es sólo un niño travieso que aprecia como parte de esa extraña familia, y teme que se haga más daño. También lo es que continúe fingiendo que Dante le desagrada, que escuche las predicciones de Ze y se angustie sin decírselo a nadie, que le llame "Comadreja" a Ron y "niños comadreja" a sus hijos, a pesar de que el pequeño Harry Weasley es el mocoso más tierno que ha visto en su vida, y adora que lleve ese primer nombre.

Pasará el tiempo y Draco aún dirá que es "una cursilería al año", y llevará un bastón de cabeza de serpiente, y ahora también la tela en el cuello. Y hablará poco, en voz baja, y tendrá esos estallidos que hacen que quiera volver a tirar las pertenencias de Harry por una ventana, pero no lo hará –no de nuevo-, porque si él no estuviese-

Si Harry no estuviese, no tendría nada. Draco estaría atrapado dentro de su cabeza y no conocería lo que conoce a esas alturas, y no apreciaría lo que ya aprecia.

Su esposo tiene un complejo de héroe, y es irritante, testarudo, imposible de tratar a veces. Pero él nunca lo ha visto como si lo hubiese salvado, no otra vez.

Harry es aquello por lo que espera levantarse a la mañana siguiente, y a la única persona que ha querido cubrir de besos, pese a sus reticencias usuales. Y cuando lo deja recostarse en su hombro, y Draco pasa un rato admirando el anillo que llevan ambos en el dedo anular, no existe nada que pueda importarle más que él, porque cualquier experiencia que sucediese antes, o inclusive después, no se le compara.

Los héroes se convierten en mártires, o en símbolos olvidados con el paso del tiempo. Más que un simple salvador, para Draco, Harry es el hogar cálido, agradable, y seguro, que se le ha ofrecido sin que él sintiese que se lo mereciera, y por el que daría lo que fuese para conservarlo.

Así que cuando Harry está en la biblioteca de Saaghi's Hollow, y le comenta sus planes de remodelar el local del Inferno cuando regresen, y volver a Inglaterra por las vacaciones de navidad, por una vez, asiente y está de acuerdo en lo que sea que diga, sin poner pegas, porque sabe –siente- que podrían ir a cualquier parte, y él todavía sería la persona más afortunada del mundo, por tenerlo.

Por supuesto que no se lo dice.

(Tampoco hace falta que lo haga)

Para romper una maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora