CAPÍTULO 1

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Inglaterra, Londres.

Dos años después...

Eveline

La noche es intensa. El cielo está perfectamente despejado, lo suficiente como para poder contemplar la luna. Apreciar la noche se convirtió en un pasatiempo. A veces, me pregunto cómo es que no podemos tomarnos un segundo para contemplar la naturaleza del mundo. Durante estos últimos meses aprendí a apreciar un poco más mi entorno en general, dejé un poco de lado toda mi angustia para empezar a enfocarme en lo general y una parte de mí cree que funcionó.

Soy partidaria de que las noches fueron creadas para contemplarlas en silencio con una buena copa de vino. Refugiarse en la oscuridad es un temor para otros, pero para mí puede hasta llegar a ser un alivio para los peores dolores.

El viento me golpea en el rostro antes de ingresar al pequeño edificio que se cierne ante mí. Mis tacones resuenan a través del pasillo con cada paso que doy hasta que finalmente me planto frente a mi objetivo. Doy tres golpecitos en la puerta. Me quedo a la expectativa de oír una voz que me invite a pasar.

—Adelante.

Me adentro al mismo despacho que ya conozco de memoria. No puedo contar las veces que he estado aquí, ya parecen infinitas. Pero no, solo han pasado dos años. Aun recuerdo la primera vez que puse un pie aquí, en Londres.

—Eveline, me alegra verte.

El acento británico de Stella me devuelve a la realidad. La observo. Su cabello rubio cobrizo se encuentra prolijamente ordenado en un moño y al igual que siempre, lleva una humeante taza de té inglés en su mano izquierda. Es una mujer que ronda los cincuenta años de edad. Logra conservar la elegancia a través de su profesión. Sabe utilizar las palabras adecuadas para expresarse y fue la única psicóloga con la que logré sentirme lo suficientemente cómoda como para abrirme por completo.

Me dedica una de sus cortas sonrisas y tomo asiento sobre uno de los sillones color café.

—Lo mismo digo, Stella.

Le echa una ojeada a su libreta antes de hacer que sus ojos regresen a mí.

—Ha pasado una semana desde nuestra última sesión.

—He estado un poco ocupada con mi trabajo —digo.

Le da un sorbo a su taza de té inglés.

—¿Cómo llevas eso de la inminente mudanza? ¿Ya tienes todo en orden?

—Se puede decir que sí —afirmo—. Ya han pasado dos años desde que me instalé aquí en Londres. Es algo extraño pensar en que mañana sale mi vuelo con destino a Nueva York.

—¿Te entusiasma la idea de regresar a Nueva York?

Es una pregunta que ni yo sé responder. Simplemente no hay una respuesta en concreto.

—No lo sé.

Me mira a los ojos.

—¿Te trae recuerdos?

La pregunta hace que algo se remueva en mi interior. Una tira de recuerdos se esparce por mi cabeza como si se tratara de una tira cinematográfica.

—Tal vez.

»He estado durmiendo un poco mejor, pero este mes se me ha dificultado un poco conciliar el sueño. No estoy segura, tal vez sea por la mudanza, los nervios.

—¿Las pesadillas regresaron?

El sudor en mis manos empieza a hacerse presente con la mención de la palabra «pesadilla».

Todo Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora