Una aparente vida normal.

Una ruptura normal.

Y justo allí estaba luego de mucho tiempo, en el mismo apartamento normal que en ese momento parecía extraño, sola y sintiendo tristeza luego de haber terminado con su novio no tan normal, el novio que ella más había querido. Deseó en ese instante no ser una chica normal, pues ciertamente las rupturas y la tristeza luego de ellas era algo normal en el desarrollo de las personas normales, y ella se sentía tan triste que hubiese preferido dejar de ser normal para unirse en el grupo de su novio no tan normal, pero eso no hubiese servido de nada, solo le ayudaría a comprobar que las personas no tan normales, como su novio, pensó mejor, ex-novio, también pasaban por rupturas amorosas normales y se sentían realmente tristes.

Ir a una universidad normal en algún momento no tan lejano de su vida normal le había parecido una idea maravillosa, pensaba que se libraría de sus padres normales y podría ser una persona independiente normal. Pero qué desilusión se llevó cuando al experimentar un poco de esa vida normal se sintió de nuevo sola y se tuvo que ver en la obligación de cortar la relación con la persona que ella creía el amor de su vida.

Lo amaba como nunca en su vida había amado a nadie, y no, ese no era un amor normal; era algo que había crecido desde hace poco más de un año en su interior y a lo cual se había aferrado como si de eso dependiera su vida. Tanto como para que todo es terminara con un: "mi error fue amarte tanto", que le había hecho doler hasta el lugar más profundo de su normal ser.

El dolor tampoco era normal, era un parásito que ser alimentaba de su ser y se había hospedado en ella, acabándola lentamente.

Tampoco esa vez, cuatro meses después, contempló las ventajas de ser una chica normal, ni siquiera contempló sus ganar de seguir viviendo.