Pesadillas a-normales -2.

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-Aún siendo un pequeño chico, ya me habían tachado de diferente. Raro, freak, extraño, entre otros apodos poco agradables remplazaron mi nombre desde que tenía 5 años de edad. Sin embargo, no culpaba a los demás porque me llamaran de esas maneras, pues yo sabía perfectamente que no era muy normal... Y la vida después se encargó de hacérmelo saber. Cuando tenía 7, fui a un parque de diversiones que estaba cerca de la casa en la cual estaba pasando mis vacaciones. A pesar de eso, no se sentía festivo, ni divertido, y no sé porqué creí que me encontraría eso yendo a un parque de juegos yo solo.- Dacris hablaba y se le notaba un gran sentimiento de pena, a pesar de que ella nunca lo había visto llorar, sentía que él lo haría en cualquiera momento.
-Dacris, ¿estás bien? Debe ser muy doloroso todo esto, si cuando lo cuentas, te ves así. Lo siento, siento que es mi culpa, y ni siquiera sé lo que está pasando, pero necesito hacerlo, y por eso no puedo pedirte que te detengas.- Ella estaba apenada y se sentía mal, su corazón le decía que lo dejara todo, que no le hiciera sufrir a él de esa manera, que lo que fuera no era más importante que el hecho de que Dacris estuviera bien. Pero s7 mente le decía que tenía que saberlo, que ya había hecho muchos sacrificios con Dacris y al menos, merecía saber que era todo eso en lo cual él la había metido.
-Lo entiendo, querida, ya has hecho suficiente por mí, al menos mereces saber porqué.
No era normal, ya lo sabía, pero al igual que todos los niños, quería jugar, reír y divertirme hasta que ya no pudiera más. Siempre me gustaron los columpios, así que fui directo hacia ellos, y una vez sentado, empecé a columpiarme lo más fuerte que pude, y era feliz. Después de cierto tiempo, me aburrí y me dispuse a recorrer todo el parque, y me di cuenta de que estaba vacío. A lo lejos pude divisar una sombra, y era la sombra que me cambiaría el resto de mi vida.

Despertó sobresaltada, su sueño no había sido el mejor durante el último mes, y esa noche no había sido la excepción. Ella necesitaba a Dante, lo necesitaba más de lo que le decía cuando hablaban por teléfono, pues entendía que él tenía sus problemas y no quería cargarlo con los suyos. Sin embargo, sentía que si él no volvía pronto, cuando lo hiciera, la encontraría colgada a una soga que ella misma había atado, junto con una nota en la mesita de noche que había escrito para despedirse de él y decirle por última vez lo mucho que lo amaba.

No tenía percepción del tiempo. Todos los días eran noches y el clima siempre era frío. Aunque estuviera acompañada, se sentía sola. Aunque tuviera que ir a la universidad, su mente seguía en su cama arropada con muchas cobijas gruesas que no permitían que entrara algo más.
Siempre había sido buena ocultando sus sentimientos con una enorme sonrisa, pero últimamente su sonrisa mostraba más su tristeza que cualquier otra expresión que hiciera, y ella no sabía cómo manejarlo. Ni eso, ni nada en mi vida.

Una aparente vida normal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora