𝐎𝐍𝐄

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Lee Dongmin, un chico maduro, bien portado y dueño de un departamento en una zona muy bonita. Su familia tenía dinero debido a los restaurantes de su padre, los cuales eran muy conocidos entre la gente adinerada y de clase alta. Asistía a una de las mejores universidades y no tenía necesidad de trabajar, sus padres lo consentían en todo y le compraban las cosas más caras. Pero a pesar de todos esos lujos y vida de ensueño, él no era feliz.


Sus padres casi nunca iban a visitarlo, se la pasaban de viaje con la excusa de que siempre habían oportunidades nuevas para invertir y aumentar sus ganancias. Dongmin, o más conocido como Eunwoo, estaba consciente de aquello, puesto que estaba estudiando economía, es lo que sus padres habían escogido para él, así podría dirigir los restaurantes luego. Su vida ya estaba planeada. Pero algo que no le quedaba claro era que ni siquiera tuvieran tiempo para enviarle un mensaje de apoyo o preguntarle cómo iba su vida o al menos su día.

En el departamento de al lado vivía un joven que era todo lo contrario a él, pero también sufría en cierto modo, Yoon Sanha. Sus padres nunca habían sido ricos. Su madre era la mujer más humilde y amable que podía existir, pero su padre era simplemente una basura, un alcohólico que los maltrataba y su madre por defenderlo a él se ligaba cada golpe y grito. Cuando cumplió doce años, pocos meses después, su madre falleció de cáncer y Sanha quedó destruido. Su padre se casó nuevamente con una mujer más joven la cual podría ser su hermana y ambos lo maltrataban tanto físicamente como psicológicamente.

Su abuela materna se lo llevó a vivir con ella cuando tenía catorce y desde ese entonces vivía feliz. Ahora tenía dieciocho y su abuela no estaba muy bien de salud por ello él trabajaba medio tiempo para poder pagar el departamento, su educación y tener para los gastos diarios y sus útiles escolares. Estaba en su último año de secundaria, era un exelente alumno y nunca se había metido en problemas, pero últimamente estaba algo distraído. ¿Por qué? Se había enamorado. Llevaba viendo a su vecino hace tiempo, Dongmin, quien era muy guapo mientras que él seguía viéndose como un niño y era super torpe.

Aquella mañana, Sanha lo observaba irse a la universidad como de costumbre, desde el balcón de su casa. Estaba algo cansado, ya que Dongmin partía a las cinco am mientras que él debía levantarse para asistir a la secundaria a las siete am más o menos, pero valía la pena. Las luces de la localidad le permitían ver sus lindas y finas facciones, realmente era un chico perfecto e inigualable a sus ojos. Se sobresaltó al oir detras suyo una tos falsa, su abuela se había levantado con su silla de ruedas.

— ¿Sabes algo, cariño? Tu abuelo solía enviarme cartas anónimas cada mañana y cada noche. Las pasaba por debajo de mi puerta. — Dijo la anciana, sonriendo. — ¿Y si pruebas hacer eso? Quizá ese joven se interese en ti y luego puedas decirle quién eres.

— Ay abuelita, no creo que él se interese en un niño. Mírame, no parezco un adolescente casi adulto. — El castaño rió y se acercó a la mujer para dejar un delicado beso sobre su frente. — Ve a dormir un rato más, hoy te llevaré a pasear al parque que tanto te gusta antes de irme al trabajo.

La mujer se fue diciéndole un "Ya verás, sólo hazlo". Sanha cerró la puerta del balcón riendo y se fue a su cuarto para dormir un poco más, sin duda luego tendría un día muy pesado. El sueño no llegaba, en su cabeza daba vueltas aquella idea que su abuela le había dado. ¿Y si lo intentaba? No tenía nada que perder, después de todo ya había sido rechazado antes por su mejor amiga, Lalisa. Se levantó en silencio y tomó una hoja de papel color amarillo pastel, una pluma y comenzó a escribir.

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