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Cáncer lloraba una vez más en su habitación, abrazado a una almohada, tratando de ahogar todo rastro de su sollozo.
No tenía intenciones de salir de ese abismo en el que se encontraba, al menos no por ahora. Lo único que deseaba era desaparecer, dejar de sentir, que su sensible corazón dejara de sufrir.
️━¿Por qué otra vez?
Pensó en voz alta, con las cuerdas vocales dañadas del llanto y los puños cerrados con fuerza, deseando destruir el cuarto entero; pero se creía más maduro que eso.
Y es que una vez más; había dado todo, por alguien que no valía nada.
Se había esforzado tanto por alegrar los días grises de aquel joven de mala fama. Y es que sus amigos se lo habían dicho; siempre le regañaban por lo mismo: a veces su problema era que siempre veía por otros, antes que por si mismo.
Su dulce corazón había sido utilizado de nuevo. Ya estaba cansado, demasiado cansado como para volverlo a intentar y esta vez se hizo el juramento de que no volvería a pasar.
Entre sus sollozos logró escuchar el sonido vibrante de su celular. Ahora que había dejado de llorar, tuvo el valor de tomarlo, viendo de quien era la llamada: Virgo, su mejor amigo y confidente.
Sonrió al ver que aunque sea una persona se preocupaba por él, aunque le dolía pensar que Virgo jamás se fijaría en él. Si, Cáncer sabía que sentía mucho más que cariño por su amigo de tierra. Lo amaba, pero Virgo estaba en una relación con una chica muy linda, una que realmente le hacía feliz y Cáncer no podía interponerse en eso.
━¿Cáncer?
Sonó la melodiosa voz al otro lado del teléfono.
━¿Si?━ Dijo con la voz más serena que pudo, tratando de ocultar todo rastro de su llanto previo.
━Yo... ¿La noche de películas sigue en pié?
El cangrejo sonrió con ternura ante esas palabras, sabía que el de tierra no era bueno con estás cosas, pero aún así estaba ahí, tratando de ayudar.
━Claro, te espero aquí.
Con una despedida rápida, se dedicó a acomodar la sala del apartamento; poniendo un par de cojines aquí y allá, uno que otro peluche que tenía y sacando varios paquetes de galletas y frituras; para después ir y cambiarse con un short y una playera holgada que le quedaba algo grande, casi pareciera que solo llevaba un blusón y no admitiría que era para seducir a su amigo.
Tal vez ese era su consuelo, tal vez jugaban mucho con sus sentimientos, pero él hacía lo mismo; todas y cada una de sus relaciones habían sido un intento desesperado por olvidarse del signo de la virgen... Pero no podía y al final solo salía más lastimado. Era hora de olvidar y avanzar.
