OɴePιece ° OɴeSнoтѕ~ 𝐄𝐧 𝐜𝐮𝐫𝐬𝐨

1-Volver a empezar [Ace x lectora]

Ace x Lectora (t/n)

Me veo reflejada en las paredes de cristal que rodean la oficina, estoy sentada en la mesa también de vidrio; pero me encuentro posicionada hacia un lado con brazos y piernas cruzadas.

Mi lenguaje no verbal demuestra que no quiero tener nada que ver con esto.
No me gusta lo que veo en el reflejo. Mi cara está cansada, mi maquillaje no ha logrado su objetivo de cubrir y mi peinado ha sido hecho a la rápida.
Eso sí, llevo mis ropas impecables para un día de trabajo en la oficina. Debo mantener al menos la imagen presentable, sin embargo, las bolsas debajo de mis ojos delatan mi estado mental.

Han sido dos largos meses de discusiones, amenazas, reproches y encuentros desagradables.

Todo empezó con una llamada por accidente. El teléfono de Ace había empezado a marcar el mío, debió haber estado en su bolsillo.

Y escuché todo lo que tenía que escuchar.

Mi corazón se comprimía a medida que escuchaba gemidos, sonidos de movimiento, el nombre de él en una voz femenina y el nombre de ella en la clara voz de mi esposo.

Fue el peor día de mi vida en pareja, después de 5 años de casados debí haberme imaginado que algo así sucedería.

Yo pasaba la mayor parte del tiempo trabajando, entre reuniones y viajes. No tenía tiempo para otras cosas, ni siquiera para él.
Le había dejado de mirar, de tocar y de considerar. El intentó hablar conmigo numerosas veces; pero simplemente lo evité. Según yo, no tenía tiempo, mi trabajo apremiaba, tenía plazos, metas que cumplir y mil excusas más.

Trabajábamos en la misma compañía y yo sabía que en ese mismo él tiempo también estaba muy ocupado. Sobretodo porque su ambiente laboral no era el mejor y no lo estaba pasando bien.
Akainu era un jefe muy exigente, pero parecía que siempre se metía con él para perjudicarlo, aun así, Ace daba lo mejor de sí y estaba muy bien evaluado.

Sin embargo fue despedido sin razón aparente, fue un golpe bajo para él.
En cambio a mí...me ascendieron.

Ignoré sus sentimientos, debí haber sido la amiga que necesitaba en ese difícil momento, su pilar fundamental.

Yo debí haber estado ahí para él, pero no fue a mí a quien acudió.

No fui yo quien le consoló y apoyó. No era a mí a quien tenía diariamente para sobrellevar la pesadez de su cesantía.

No era yo quien estaba con él.

Le hice mucho daño, lo sé. Pero luego él a mí también.

Me pregunté una y otra vez quien había tenido la culpa, quién había fallado. Ya después de todo este proceso, me doy cuenta que no había habido culpas sino responsabilidades y tenía que asumir las mías, aunque fuera muy difícil.

Escucho las voces azoradas de dos hombres discutiendo por cifras y bienes alejándome de mis pensamientos. Siento como Ace me mira enojado, así ha sido en cada visita.

Cuando no estaba reclamándome asuntos personales a viva voz, le hablaba en el oído a su abogado y él se comunicaba con el mío.
Me mira con resentimiento y con vergüenza, es una mezcla extraña, pero sé que se trata de eso.
Conozco todo de él, casi hasta el número de las pecas que adornan su cara.

Este trámite debió haber sido más llevadero, pero siendo los dos lo suficientemente estúpidos y obstinados como para no dar nuestro brazo a torcer, no lográbamos un acuerdo y nos hacíamos daño en cada encuentro.