El tenedor

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Ella sintió la brisa mover su pelo y un escalofrío recorrió su espalda. Las alturas siempre la habían impresionado. Aún no sabía si iba a soportarlo, pero, no tenía otra opción, por fin, luego de nueve años  lo había logrado. Cuando él le llevó su única comida diaria, con mucho cuidado, anticipación y nerviosismo, logró esconder un tenedor de metal entre los colgajos de su ropa.
Lo había pensado siete noches seguidas, la ansiedad crepitaba en sus venas, sentía que su corazón se iba a salir del pecho. Pero lo había hecho, por fin, pensó que se sentiría mal por tal atroz movimiento, pero tampoco se sorprendió al hayar  esa gran sonrisa en su rostro.
Cuando Javier se descuidó, confiado, después de tanto tiempo juntos, no pensó que su último día sería ese.
Con una rápida maniobra Camila le hundió el tenedor en su aorta. Como si un indigente estuviese clavándolo en un  en un jugoso bife luego de no comer en diez días.
Él la miró al principio sorprendido, el dolor pasó en un momento fugaz por sus ojos, luego vino la ya conocida mirada de furia, con miedo ella retiró velozmente su arma y una lluvia roja empezó a caer. Nunca había visto algo tan hermoso.
Él empezó a gritarle incoherencias, pero ninguno se movió de donde se encontraban, ella en ningún momento dejó de mirarlo a los ojos. Su sonrisa cada vez era más grande y ella empezó a reír desaforadamente.

“-¡Al fin!-“gritó con júbilo.

Le agarro las llaves que tenía en el cinturón. Corrió a la puerta sus manos temblaban. ¡Cuántas veces había soñado con hacer eso!

En ese momento tuvo el valor, lo haría mil veces más de ser necesario, cuando logró abrir la puerta miro  hacia atrás. Lo vio tirado en el suelo. Yacía inmóvil pero no se quiso acercar a comprobar nada.
Corrió hacia la salida, pero lo único que encontró fue una gran terraza, grito de   frustración y tomó una decisión, se sentó al borde de la pirca y miró hacia abajo.

Cuánto había deseado ver el cielo nuevamente, estaba igual a como lo recordaba. Luego de lo que ella creyó un siglo la policía llegó junto a los bomberos, que habían sido alertados por los vecinos, le gritaban “-No te tires, cualquier cosa puede arreglarse-“.

Ellos no lo sabían, pero tirarse nunca estuvo en sus planes.
La escalera del departamento de bomberos comenzó a alzarse con velocidad.

¡Por fin! Pensó y recibió a su rescatista con los brazos abiertos y los ojos llenos de lágrimas.

Por fin.

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⏰ Última actualización: Jun 24, 2020 ⏰

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