Aqui estoy

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La semana transcurre normalmente, ya no hay nada que esperar ni nada para que emocionarse.

Un Jueves que comienza soleado y termina nublado y el una vez esperando Viernes que comienza nublado y termina con una lluvia.

Y así, otra semana transcurre sin mayor importancia, otro Viernes por la noche en el que esta sola.

Pero al menos es una noche tranquila, así es como lo describiría; una de esas frescas noches lluviosas que te hacen parar todo por un solo rato para disfrutar el ruido de las gotas que caen en el pavimento; haciendo un fino chasquido en donde sea que precipiten.

La lluvia la había tomado por sorpresa mientras caminaba de vuelta al condominio.

A pesar de que los peatones comenzaban a correr y protegerse de la lluvia con maletines o sus mochilas, Lapis seguía su camino a casa como si fuera cualquier otra noche.

Le daba igual empaparse en la lluvia (y además, sería un chiste siquiera llamar a esa chispeada una lluvia, así que para que hacer tanto rollo.)

A ella le gustaban los días lluviosos, ya sea contemplar la lluvia o estar bajo esta.

El hecho de que una especie de tranquilidad invade todo su ser en cuanto escuchaba las primeras gotas de lluvia caer era algo incomparable.

Era como poder desconectarse, por un momento, de todas las responsabilidades y de todo lo que es el estilo de vida atareado; estilo de vida el cual ella misma había decidido a cuenta propia.

En cuanto esta en ese estado, no hay nada que pueda alterarla y no hay ni una sola preocupación que la abstenga de disfrutar este momento en el que puede tener al menos tantita paz.

Y de pronto, en un momento inesperado y de pura ironía, las nubes al parecer se levantaron de mala gana hoy y terminaron en intensificar el precipitar y el tamaño de las gotas al punto de que caen con la intensidad de una cascada.

Mierda...Ahora Lapis se ve obligada a acelerar su paso con por la desesperación de llegar a casa en cuanto antes.

No es algo que no puede soportar, no hay nada que hacer y no hay necesidad urgente.

O eso pensó hasta que entre lo que trotaba a casa y miraba su alrededor, podía notar en algunos callejones donde normalmente hay líneas de ropa siendo arrastrados por los propietarios para guardarlas.

Con eso, algo le hizo click dentro de ella...hay ropa aún secándose en el balcón, ¿no es así?.

Este es el colmo.

Ahora está obligada a correr, al igual que todas las personas alrededor de ella.

Ahora que trae las compras en la mano y la memoria de que mucha de su ropa se sigue secando en su balconcito.

Entre las prisas, la espesa capa que deja la lluvia con sus trazos y la moderada e insuficiente luz qué hay en la calle.

Lapis con suerte puede fijarse por donde va; cosa que la ataco interrumpiendo sus pensamientos en cuanto sintió algo ó, ¿alguien?, chocar contra ella haciéndola perder el equilibrio y caer con fuerza al suelo.

Lapis levanta el rostro del pavimento y cierra los puños con fuerza para levantar el rostro con brusquedad y así poder verle la cara para gritonearle al desgraciado que la hizo darse tremendo golpe, desparramar la despensa que traía en bolsas de plástico y ensuciar su ropa.

—¡AGH, ¡¿ERES CIEGO Ó TIENES LOS PIES CHUECOS, HIJO DE TU RE—

Y en ese reventón de ira, su mirada aún pudo divisar aquella galaxia verde en los ojos del sujeto, las palabras dejaron de fluir y el sentimiento que hervía su sangre al punto que parecía agua para chocolate de pronto, solamente se evaporó a una preocupación por el bienestar de aquella persona quien ahora sabia con certeza de quien se trataba.

El dilema Lazuli.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora