Un millón de errores.

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Pearl, Pearl, Ne pars pas encore—Peridot corre tras ella; abrochándose las agujetas lo más rápido que podía para evitar que Perla cierre la puerta.—¡Je vais avec toi. Ne t'en pas!

Perla ni había alcanzado a salir del apartamento. Bajo la mirada a su prima, quien se acaba de estampar contra el suelo debido a las prisas.

—Esta bien, no me voy a ninguna parte. Solo ponte los zapatos con calma.—Perla no dejaba de observar a Peridot desde donde se encontraba.

Hace tiempo que no veía a Peridot tan emocionada de ir a Wanderlust. O siquiera, hace tiempo que no veía a Peridot con esa inyección de vida que este lugar le había dado. De una forma superficial, era reconfortante ver a una Peridot fuera de la cama, lista para reponer esa semana que desperdicio en la melancolía y el desamor.

Pero algo dentro de Perla está volviendo loca todas sus alarmas. Puede que sea una tontería, pero ella sabía que algo no estaba bien, sus ojos hacen un esfuerzo para encontrar aquel hilo suelto que debilitaba el tejido.

Peridot carraspea; Al parecer Perla no fue lo suficientemente sutil para atender esos instintos.

Allons-y, on n'a pas toute la putain de journee.—Peridot empuja a Perla fuera de su camino y se adelanta al elevador con prisa mientras murmura en su lengua alguna queja hacia lo mal visto que es la impuntualidad.

Perla rueda los ojos; no importa el humor de Peridot, ella siempre será una hija de puta con ella. Con la normalidad de siempre, Perla cierra la puerta y le sigue el paso a Peridot antes de que esta la deje aquí y tenga que bajar por las escaleras como le ha tocado en varias ocasiones.

Para la suerte de Perla, el elevador llegó justo en el momento que Perla logró alcanzar a Peridot. La rutina no fue alterada de ninguna forma, Perla pulsa el botón del estacionamiento, el elevador sigue el comando y solo queda esperar el destino.

Perla mueve los ojos para darle un vistazo a esta Peridot que la acompañaba en el elevador.

Era extraño estar acompañada por alguien después de prácticamente haber olvidado su existencia por toda la semana. No se veía tan mal como esperaría. Aunque, eso no quitaba lo improvisada que se encontraba Peridot; desde el rostro que aún parecía tratar de despertarse, el cabello húmedo y apenas cepillado, los botones de la camisa mal abrochados, la cremallera abajo, incluso las calcetas descombinadas.

Era como ver a la misma persona pero en una realidad alterna.

Perla carraspea en un intento de romper la tensión que la sofocaba.—Y entonces...¿Has hablado con Nana durante el viaje? ¿Cómo ha estado grand-pére del corazón?—Un poco de charla podría servir.

Peridot no responde. No da indicios de siquiera estar ahí...

—O tal vez no...— respondió Perla en su cabeza y rechazó la idea de formar parloteo banal para romper la tensión.

Todo el resto de la rutina fue así. Peridot, Más que una persona, era un espectro que acompañaba a Perla en el elevador, hacia un dueto con el eco de sus pasos mientras caminaba por el estacionamiento subterráneo, calentaba el asiento del copiloto durante la media hora de camino que iban a hacer para el trabajo.

Perla conocía a su prima muy bien, puede hasta presumir que sabe leerla mejor que cualquiera de sus familiares. Eso que al principio confundió con emoción eran otra cosa. No era tan difícil viéndola de cerca, la quijada se encontraba tensa al igual que los hombros, sus manos le acariciaban los antebrazos, la pierna parecía rebotar ligeramente.

Pero los ojos eran la parte que más la delataban. Era una mirada sin brillo, pérdida en alguna parte de este mundo; podría incluso decir que estaba muerta. Tal vez, ese escapismo era su anestesia para poder sobrellevar el camino, las calles que antes solía observar con el asombro de una niña en una juguetería ahora eran bosques funestos donde sus recuerdos estaban enterrados, el simple hecho de estar sentada en el carro ya era una tortura.

El dilema Lazuli.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora