Día 2

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Hijos

Era un día sumamente tranquilo, los pajaritos cantaban alegremente mientras se posaban en las ramas de verdosos árboles. El viento sacudía las hojas de las plantas, cultivadas en un lindo jardín, en algún vecindario justamente en una humilde casa. Ahí vivía una pareja recién casada. El ambiente en aquel hogar se sentía acogedor, tranquilo... hasta que unos pasos corriendo a todo lo que dan hacia una puerta en específico se abrió de golpe.

Se podía ver el cuerpo de una mujer, ésta tenía los brazos recargados sobre lo que parecía el retrete de un baño, con la tapa levantada. Su cabeza estaba agachada hacia el inodoro, mientras unos ruidos salían de su garganta, y un líquido ácido salía de su boca. Era algo desagradable aquella escena, el rostro de aquella fémina estaba perlado en sudor y pálido con sus ojos grandes y castaños con un deje de cansancio.

Después se puede ver que termina de sacar lo que pudo haber sido su desayuno. Con asco baja la tapa del baño y le jala a la palanca para que todo lo que sacó se vaya y o se vea sucio. La mujer se levanta como puede, con las piernas un tanto temblorosas y sintiéndose todavía débil después de lo sucedido. Se acerca hacia el lavamanos, se limpia la boca primero con un poco de agua y seca con papel –no usa la toalla para no dejarla asquerosa con residuos de vómito- y agarra su cepillo dental, le agrega la pasta y, finalmente cepilla ágilmente sus dientes para ya no tener ese desagradable olor y sabor en su boca.

Mientras hacía eso, se preguntaba del porque pasó aquello, talvez la comida no le sentó bien, pero era raro porque era lo que comúnmente degustaba en las mañanas y lo raro es que no era la primera vez que le ocurría aquello, ya iban varios días donde le pasaba lo mismo. Necesitaba irse a hacer un chequeo urgentemente.

Terminó de cepillarse y enjuagarse la boca, dejó el cepillo en un vasito junto a otro que había ahí y, agradecía que su esposo se haya ido temprano para no preocuparlo, ya que él era así, cualquier cosa que le pasase a ella casi se le iba el alma a los pies por ella, se preocupaba tanto...

Y tomando una decisión, salió de su hogar, ya no tenía ganas de comer después de eso. Se arregló un poco para no verse tan muerta y saló de su hogar rumbo a una clínica cercana.

Después de cinco minutos de caminata extrañamente comenzó a sentirse algo mareada y pesada, pero con más razón iría para allá. Llegó tratando de sonar animada, a aquella clínica, lo mejor de todo es que no estaba tan lleno y podía llegar a que le hicieran su consulta rápidamente.

Y dicho y hecho, la castaña entró a una puerta de color azul donde le dijeron que le harían un chequeo y ver si todo iba bien con ella.

Tocó suavemente aquella puerta de madera, recibiendo como respuesta una voz dentro de aquel consultorio y con un ligero "adelante", la mujer de cabellos castaños se adentró a la habitación.

-Buenos días señorita...-Saludó el médico haciendo una pausa en sus palabras para que la fémina dijera su nombre. Aquel médico era un hombre que aparentaba tener unos 40 años de edad, el cabello negro semi canoso y unos ojos del mismo color. La miraban con una mirada seria, típico de un profesional.

-Ochako Uraraka, muy buenos días igualmente-Responde la ojicafé.

-Tome asiento por favor-Indica el hombre, haciendo un además con la mano señalando el asiento frente a él. Ochako se sienta en una mullida silla, preparándose para darle los pormenores de su estado.-Muy bien, y dígame, ¿Qué es lo que le acontece?

-Pues, verá, justo esta mañana he sentido un dolor en la parte baja de mi vientre, con vómitos en la mañana, y eso no sólo me sucedió hoy, sino que ya han sido varios días en los que paso por esto, señor, ¿talvez serán los alimentos? Aunque no se me han echado a perder en ningún momento...-Dice Uraraka pensativa. El médico frente a ella anotaba rápidamente en su computadora todo lo que le decía su paciente.

IzuOcha Week 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora