Peligros

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Capítulo 17
Peligros

P.O.V Lena Luthor

-¡Joder que esto es comida para perro!- se quejaba Sam lanzando la bandeja de comida junto a la mía.

Suspiré al tiempo que rodaba los ojos e intentaba, con mucho esfuerzo, ignorar la mala actitud de mi hermana. Habían pasado más de seis meses desde que comíamos los mismos alimentos. La misma comida repetidas veces. Luego de casi vomitar en más diez ocasiones, el paladar comienza a acostumbrarse. ¿Por qué quejarse ahora? Octavia delante de mi dejó salir una risa y siguió comiendo.

-Es una mierda, la cocinera necesita que alguien la coja duro y sin piedad para que le inspire a cocinar mejor.- comentó Amelia.

Amelia es una trigueña de ojos marrones que lamentablemente formaba parte de nuestro círculo de amistades. Era la misma que se había hecho amiguita se Sam, la chica que tenía aspecto de maleante y bonitas dreadlocks. La miré mientras ella se sentaba junto a Sammy y colocaba una mano en su muslo. Oh claro, había olvidado que mi hermana se estaba follando a esa tipa.

-Una buena follada le sacaría lo amargada.- comentó mi hermana llevándose una cucharrada de comida a los labios.

-Muy cierto Gatita, a todos una buena follada nos pone de buen humor.- murmuró la morena y yo arrugué el rostro.

-Creo que eso es lo que te hace falta, Len.- comentó Samantha incluyéndome repentinamente en la plática donde no deseaba ser añadida ni mencionada.

-¿Perdón?- pregunté levantando una de mis cejas y dándole oportunidad a corregir su metida de pata. Sammy me conocía. La antigua Samantha solía conocerme.

-A Leslie, la de la celda cuatro, le pareces preciosa. Si se lo pides te da una buena cogida en las duchas.- siguió Sam.

-No necesito que nadie me folle, Samantha. No estoy aquí para conocer todos los tipos de coños que hay en prisión. Quizás no te respetas a ti misma, pero a mi tenme respeto.- le advertí poniéndome de pie y empujando la bandeja de mala manera.

Sammy siempre había sido bromista y promiscua. Yo aceptaba que pasase de compañero en compañero, pero ella sabía que yo no era así. Yo no me acostaba con alguien sino tenía sentimientos por esa persona. Mi hermana lo sabía, pero últimamente ni siquiera respeta eso, no perdía oportunidad para insinuar que debía ponerme a follar con media prisión.

El solo pensar en poner mis manos sobre la mitad de las chicas en este lugar sentía nauseas. No eran desagradables ni mucho menos feas. Pero muchas tomaban una actitud semejante a Amelia y Sam. Yo odiaba ser vista como un pedazo de carne o un coño andante. ¡Mierda que somos hijas de Lionel Luthor! ¡El jodido ex-rey de la mafia en National City!

-Lena...- una voz a mi espalda detuvo mis pasos. Octavia me había alcanzado cuando ya casi estaba de vuelta en nuestra celda.

-Estoy bien, Blake. Ve a terminar tu cena.- le pedí metiéndome a la celda, pero ella fue tras de mi.

-No voy a dejarte sola.- replicó ella sentándose a mi lado.

Y yo solo quería ignorar las claras señales que emanaban de Blake. Ignorar sus ojos que me miraban con anhelo, y sus manos que siempre buscaban tocar mis rodillas o manos. Era fácil leer el interés de la castaña por mi. Al paso de los meses las caricias en la espalda alta se iban deslizando hacia abajo y los besos en el cabello se movían a mis mejillas.

-Necesito estar sola, O.- le pedí, nuestras miradas se encontraron y ella asintió antes de salir de la celda.

En ocasiones la soledad es buena. En ocasiones no lo es. Un escritor, de esos que en ocasiones yo solía leer cuando podía recostarme en la hamaca de la mansión, escribió en una ocasión que nada nos hace mas vulnerables que la soledad. Creo que tenía razón. O quizás no. Es difícil decidir si la soledad me ha fortalecido o debilitado. Últimamente, me inclino a la segunda opción.

Mimetismo (Complete)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora