Cap.1

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  • Dedicado a Vero Cazorla
                                    

Aún era de noche cuando el lugar empezó a vaciarse, Wolf ayudó a los demás a entrar en el coche y tras decirles que tuvieran cuidado cerró la puerta y los despidió. Se apoyo en su moto y esperó mirando la puerta de salida. Si hubiera fumado se hubiese encendido un cigarrillo mientras esperaba que saliera la chica que no tardo. 

Está despidió a dos compañeras y se puso bien la tira de la mochila sobre el hombro y luego miró hacia donde él estaba. 

Frunció el ceño y se acercó lo justo.

- ¿Qué haces aquí? – le preguntó poniendo un brazo en su cintura.

- Esperarte.

Ella soltó una risa apagada y corta y luego volviendo a colgarse la mochila al hombro derecho para mirarlo nuevamente. 

- Mira chaval, será mejor que te largues.

- Puedes cortar ese rollo conmigo.

- Vale – suspiró y tras ladear la cabeza y rodearle como hacen los depredadores con las presas clavó sus ojos en él – Vete a casa, no son horas para estar en medio del bosque solo.

- Por eso estoy aquí. Para llevarte a casa, no veo ningún coche -se apartó de la pared con arrogante masculinidad.

- No te convengo – dijo suavemente ella girandose para irse.

- Oye, tú misma lo has dicho, no pensaras ir tu sola a estas horas andando a tu casa. Es peligroso.

Ella rió divertida pero se paro y volvió a mirarlo fijando luego la vista en la moto.

Un gato saltó del tejado y paso por al lado erizándose. Wolf casi creyó percibir un gruñido en ella.

- Vale. Sólo hasta casa – sonrió y cogió al vuelo el casco que él le lanzó, se apartó un mechón y subió detrás de él rodeándolo con suavidad una vez montado y con la moto en marcha.

Tú dirás – le dijo Wolf.

Y así, siguiendo sus indicaciones enfilaron cima arriba siguiendo la serpenteante carretera negra como boca de lobo hasta tomar un desvió por un camino mal asfaltado. Al cabo de un buen rato de quiebros se dibujo entre las sombras la silueta de una bonita e impresionante casita de piedra y madera de una planta y buhardilla.

Aparcó a un lado y esperó a que bajara para poner el caballete, se sacó el casco y recogió el que ella le tendía.

- Vaya, eres una solitaria… ¿vives aquí?

Ella asintió y se dirigió a la puerta donde acarició la cabeza de un alaskan que gruñía al chico mostrándole unos afilados colmillos blancos. Se acercó un poco  y lo miro fijamente, el animal bajo las orejas y casi se escondió tras ella que lo miró enarcando una ceja, notaba algo extraño en él, quizás… 

Su olor, su forma de mirar o de moverse. Lo miro en silenció con el reflejo momentáneo de la luna y tuvo que reconocer que era muy atractivo, tenía algo salvaje y oscuro. 

Jugueteó con la llave y tras mirarla distraída la metió en la cerradura.

- Pasa, prepararé un poco de café.

Él espero tras ella a que entrara y luego paso mirando alrededor. Era una casa amplia, sin mucha decoración, la cocina y el salón estaban en la misma sala separadas por un escalón que dividía las estancias, al fondo había una chimenea donde aún quemaba una agradable lumbre que mantenía la casa cálida sin ser agobiante, el sofá estaba en medio al otro lado había un televisor grande y en el suelo una mullida alfombra con algunos cojines esparcidos. Detrás había un mueble rústico con libros y algún adorno junto a un equipo de música increíble. La cocina era sencilla pero bien equipada, detrás del sofá pero bien separada había una mesa grande de madera. En el escaso pasillo había una habitación con una cama grande, otra con algunos muebles y un butacón que seguro se haría cama, un baño y luego las amplias escaleras que subían arriba.

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