Estoy escuchando un ruido en la puerta de mi casa.
Estoy en mi cuarto, aterrada, escondida bajo las sábanas. Sí, sé que eso no sirve de nada en caso de emergencia, pero pienso que es solo mi imaginación; por tanto, no creo que vaya a necesitar protección real.
Tal vez solo haya sido el viento. Me tranquilizo y suspiro aliviada, pero inmediatamente el sonido reaparece, esta vez en el pasillo. Esto es real, alguien se ha colado en casa. Quiero asomarme para ver que ocurre, pero estoy paralizada.
No estoy soñando, es real. Escucho algo como unos pasos, como si alguien estuviese arrastrando pesadamente sus pies a lo largo del corredor. Cada vez están más cerca. No sé qué hacer, tengo tanto miedo.
En un ataque de valentía me escondo debajo de mi cama. Los pasos ahora se escuchan al lado de mi cuarto. Ha entrado. La poca luz que entra por las escasas rendijas abiertas de la persiana me permiten vislumbrar unas botas negras con la suela llena de barro. Está ensuciando el suelo. Será un ladrón, en mi casa no hay alarma de seguridad. Por favor, que se lleve lo que quiera, pero que no me haga daño.
Se para en seco, no sé qué está haciendo. Parece que se va a dar la vuelta cuando de repente cae al suelo y asoma su cabeza debajo de la cama, donde estoy yo. Solo puedo ver una sonrisa enorme, sus dientes parecen de metal por su brillo. Estoy a punto de gritar.
Me despierto de golpe. Mi corazón late a mil por hora ¿Ha sido una pesadilla? No recuerdo haberme ido a dormir, por eso había sido tan real. Me siento totalmente aliviada. Hasta que veo esa sonrisa en una esquina de mi cuarto.
—Buenas noches.