Tu mano, que antes sostenía la mía, ahora agarra mi cuello y lo aprieta con fuerza. No puedo respirar, pero mi corazón sigue latiendo. Es la muerte en la vida. No me permite llegar en ninguno de los dos lados y yerro en la frontera entre ambos. Con una tormenta en mi cabeza, la lluvia en mis ojos, los truenos en mis oídos y los rayos en mi estómago. Los rayos golpean con fiereza cuando te recuerdo, no porque me de asco, sino por la sobredosis de azúcar que con el tiempo y la distancia se pudrió.
Te odio y te quiero. Odio quererte y quiero odiarte. Te di por hecho, te escribí a bolígrafo mientras que tú usaste un lápiz. Y me borraste.
No me mires a los ojos, verás lo que traigo dentro. El lamento por un pretérito perfecto, un presente imperfecto y un futuro condicional. El llanto ahogado que no llegó a la superficie. El adiós que nunca nos dijimos.