Antes de despertar, Michael había sentido unos leves golpes en su hombro.
—Eh. ¿Estás despierto?
—Ajá. —respondió frotándose los ojos con ambas manos. No debería haber respondido, lo último que quería era despegarse de la extraña comodidad que le producía la corteza del árbol en el que se recostaba.
—¿Tienes un momento? —preguntó lo que parecía ser un chico de 10 u 11 años.
—Claro —exclamó Mike. De todos modos, no iba a permanecer todo el tiempo siguiente viviendo debajo de las ramas de aquella planta.
Así que lo hizo.
—¿Ocurre algo? —curioseó.
—De hecho..
—Si. —terminó de decir un joven del que, de no haberlo escuchado, no se habría percatado de que estaba allí. —Mis amigos y yo estábamos jugando al fútbol aquí, en la calle; y nuestra pelota cayó... —levantó su dedo índice hacia la rama de el mismo árbol en el que había caído dormido. —justo ahí.
—Pensamos que podías ayudarnos. —explicó otro. —es decir... eres más grande que nosotros.
El morocho volvió a mirar hacia arriba, en busca de el balón de fútbol que los niños habían perdido. Aunque no encontró nada.
—¿Están seguros de que cayó aquí? —cuestionó, arqueando una ceja hacia las personas que solicitaban su ayuda. —No parece haber nada.
—No... no estoy seguro. —murmuró uno de ellos. Luego, subió un poco el tono de voz. —Me pareció verla caer por este lugar.
—Mira, ahí está. —dijo el mismo que lo había despertado. —Detrás de esas hojas.
En unos pocos minutos, se encontraba trepando por las ramas del árbol, ganándose la atención de varia gente que pasaba por la calle.
—¿Puedes verlo? —le gritó desde arriba.
—Si, estás cerca. —respondió el niño con una sonrisa en su rostro.
Y la pelota cayó al suelo en cuanto Mike pudo apoyar su mano sobre ella.
Miró hacia abajo.
—¿Están todos bien? —preguntó. —¿Todos vivos?
Varios rieron.
—Todos vivos
Agradecieron con una sonrisa, y luego se dedicaron a jugar.
Tuvo que bajar del árbol. Resultado: dos pequeñas heridas en la pierna. Una en el tobillo y otra en la rodilla, aunque no eran del todo graves.
Se quedó solo. No tenía hambre. No estaba cansado y ni siquiera se sentía solo, pero estaba inquieto por haber perdido su estadía en el hotel. Se quedó mirando a los "futbolistas", alucinado por su habilidad.
Miró su reloj. La pantalla decía "9:10". Tenía dos opciones: o se quedaba allí, recostado observando el cielo, soportando los ruidos callejeros, o iba en busca de la ayuda de su mejor amigo. La mejor opción parecía ser la segunda.
Así que eso hizo. Caminó unas cuantas cuadras, esquivando personas descuidadas que cruzaban a su lado. Había poca luz en la ciudad, a decir verdad. Eran pocos los faroles que iluminaban las solitarias calles pero, de cualquier forma, seguía siendo el mismo lugar que siempre.
Oyó un golpe. Dos.
—¡Mierda! —escuchó un grito. —¡Maldita porquería!
Se acercó al lugar donde provenían las quejas, y entrecerró los ojos para ver mejor entre la niebla que le traía la noche. Logró ver a un hombre adulto, con un pincel en su mano, subido a una escalera de madera oscura. Al parecer se le habían caído ambos baldes de pintura.
—¿Necesita ayuda? —preguntó el morocho amablemente.
—Ayudarás si dejas de molestar a las personas. —escupió. —No te metas en mis asuntos. Sigue caminando.
—¿Está seguro de que...
—Vete.
Así lo hizo. Retomó su camino.
La capucha de su campera no lo ayudaba demasiado con el frío que recorría su cuerpo. Estaba temblando. Sus manos estaban prácticamente congeladas, al igual que sus pies. Casi no podía caminar.
Lo último que el chico fue capáz de oir antes de desplomarse contra el suelo fue el crujido de una puerta, y una voz.
—¿Michael?
HOLA ahre
DESPUÉS DE UNA ETERNIDAD, SUBÍ EL CAPÍTULO.
Perdonen si carece de importancia, es muy corto y tOOOOODO eso pero últimamente me han estado mandando demadiada
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i am the demon ✧*。 mgc
Romance"La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca."