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Ella daría cualquier cosa por un café. Una jarra enorme, llena hasta el borde, con el más rico, más caliente, más oscuro elixir que haya agraciado una taza de café alguna vez hubiera parecido un regalo de los dioses en este momento. Pero en este punto, pensó tristemente, aún una taza a medio llenar, que sabía más a agua que a granos, habría sido suficiente para hacerle dar piruetas de alegría.

_____ suspiró mientras su camioneta roja subía plácidamente otra ruta de montaña, nevada y serpenteante. Había estado siguiendo esa ruta temporaria por más de una hora, y comenzaba a preocuparse de que alguien se hubiera olvidado de poner el muy necesario cartel que habría prevenido que siguiera la dirección equivocada.

Un semirremolque había colisionado en la autopista alrededor de una hora antes de que ella la tomara, dejando los carriles intransitables. La policía presentó rápidamente un desvío temporal por un terreno montañoso, desviando el tráfico por un pequeño pueblo minero. No es que hubiera demasiado tráfico para desviar a las once de la noche de un martes en un área rural escasamente poblada.

Realmente, _____ todavía no se había cruzado con otro par de faros.

Por primera vez, desde que comenzó la pequeña travesía por esa ruta inusual, empezó a tener una sensación de alarma. Estaba totalmente oscuro afuera, no había más que las luces altas de la camioneta para romper la desapacible oscuridad. Cuanto más conducía por el empinado terreno, más espesos se ponían los bosques invernales a cada lado de la pequeña ruta. Era escalofriante aquí afuera, pensó, y se le pararon los pequeños pelos de la nuca. Oscuro, remoto y escalofriante.

No pertenecía a ese lugar, lo sabía. _____ se sintió –y estaba– fuera de su ambiente natural. Para una chica de ciudad de las llanuras de Goyang, Gyeonggi, aun algo tan simple como manejar por la autopista le ponía los nervios de punta.

Las montañas nevadas por las que pasaba la autopista eran las más empinadas que había visto. A esa altitud, los vientos eran duros durante los meses de invierno, y golpeaban contra la camioneta haciéndole sentir que iba a salir volando y caería del acantilado en cualquier momento. Se sentía menos protegida de los elementos naturales de lo que se hubiera sentido conduciendo una lata con cuatro ruedas pegadas con cola.

La autopista había sido lo suficientemente mala. Conducir por el extraño caminito serpenteante enclavado en algún lugar de los Montes Apalaches era mil veces peor.

_____ respiró hondo y exhaló lentamente, diciéndose a sí misma que no debía asustarse. Así que estaba oscuro afuera. Así que el viento bramaba como un demonio de una película de clase B. Así que el camino de ripio se había vuelto barro y nieve derretida hacía quince minutos...
"Genial", murmuró en voz baja. "Esto es simplemente genial".

Se dio cuenta de que tenía que dar la vuelta y seguir el camino sinuoso para el otro lado hasta llegar a alguna forma de civilización, pero no había precisamente ningún lugar para girar. Podía detenerse en el medio de la "ruta", supuso, y tratar de dar la vuelta, pero con su suerte finalmente divisaría a otro vehículo mientras intentaba llevar a cabo la proeza, que saldría de la nada y embestiría el costado de su auto nuevo.

Al principio, dio por sentado que estaba siguiendo el desvío correctamente, pero no podía recordar la última vez que vio un cartel indicador. Peor aún, había girado varias veces en la última hora y ahora no estaba del todo segura de poder encontrar el camino de vuelta en la mitad de la noche. Especialmente, cuando consideró que la nevada había sido leve pero constante, así que las huellas de la camioneta probablemente ya estaban cubiertas.

Qué manera más irónica de comenzar su nueva vida, pensó _____, frunciendo el ceño. Los veinte y cuatro se suponía que serían la edad en que haría que la vida sucedería en lugar de esperar que venga a ella. Podía diseñar bases de datos desde cualquier lugar, pero como su cliente más importante estaba en la ciudad capital, decidió mudarse e instalarse en la soñolienta casa sureña sobre el río, donde las cuatro estaciones estaban bien diferenciadas.

Parecía casi idílico en comparación con el departamento sobre la playa, húmedo y siempre caliente, lleno de malos recuerdos, que había dejado un día atrás. Y aún podía ser idílico, si solamente pudiera encontrar el camino de vuelta a la ruta conocida.

La mirada de _____ se dirigió distraída hacia el medidor de combustible. Su corazón se aceleró al ver que tenía menos de un octavo del tanque.

¡Genial! Esto es simplemente genial.

Exhaló, mientras esa sensación de alarma crecía a pasos agigantados.

Desaparecidos [ Kim Namjoon y tú] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora