41. La despedida.

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"Había visto su rostro llorar muchas veces seguidas en menos de un mes,
Y lo que él no sabía era que su dolor rompía la poca
Humanidad que quedaba en mi."


Jamás en todos los años de mi vida había sentido la sensación que sentí cuando lo vi por primera vez. Me había pasado la vida disfrutando del egoísmo que se siente en la sangre ajena, pero nunca me había fijado en un ser humano como aquel, ese muchacho tenía sombra oscura rodeando su cuerpo y cada paso que daba me quitaba el aire. No era ni la mitad de perfecto que un demonio de los nuestros, ni siquiera se acercaba a ser un ángel; pero si alguien me hubiese dicho que me iba a robar mi oscuridad, le hubiese creído.

Su manera de hablar me perturbaba y en cuanto intentaba poseer su mente algo me lo impedía, se sentía como una pérdida momentánea y todos mis deseos de dañarlo se iban esfumando en su sonrisa. Su jodida y perfecta sonrisa... no puedo explicar lo que esa sonrisa provocaba en mi, pero lo único que puedo decir es que esa sensación no era humana. Todo él parecía un ser sobre natural, pero era un simple mundano capaz de hacerme temblar como a una simple mortal.

Y así me sentía a su lado, ya no me sentía como ese demonio hambriento que deseaba causar muertes por doquier, ya no era un ser violento capaz de poseer a cualquiera que cruzase por mi lado. Él quitaba la maldad de mí y la llevaba a miles de infiernos donde él era mi religión, mi sed y mi libertad. No importaba cuánto intentase volver a ser la de siempre, su humanidad podía a mi naturaleza y me doblegaba a sus pies.

Ese sentimiento al que los humanos llaman amor, estaba haciendo que la humanidad en mi creciera, adaptándome a culturas mundanas que en otro momento me hubieran parecido desagradables. Pero mi amor no era como el de las personas terrestres, era un amor egoísta y posesivo, celoso y hambriento.
No podía esperar mucho de mí, era un demonio enamorada de un humano. Humano con sentimientos verdaderos, con su humanidad intacta y loco por mi demoníaca presencia. Nuestro amor era enfermizo y loco, era sexo y ternura. Yo lo amaba de una forma misteriosa, inexplicable, lo creía mío en cada espacio y momento. Lo creía mi cielo y mi infierno. Mi mundo comenzaba y terminaba en él.

Me sentía perdida entre el perfume de su piel, entre la suavidad de sus manos, sus ojos verdes y el amor profundo que generaba en mi. Ya no podía evitarlo, me había alejado de mi mundo para satisfacer de mis necesidades de un mundo solo de él; sabía que estaba mal amarlo tanto, así como sabía que los demonios no podemos amar sin dañar.

Al encontrarme con sus ojos supe que él sabía lo que estaba por suceder. Y aunque su mirada me hiciera olvidar a que venía, sus heridas recientemente curadas me lo recordaban. Su rostro herido hacía que mi poca humanidad doliera.

Me acerqué con cuidado de lastimarlo pero él reforzó mi agarré en un abrazo lleno de necesidad y sentimientos. Con cuidado buscó mis labios y me besó tan detenidamente y con tanta dulzura que deseé quedarme allí.

Y como si la noche estuviera de acuerdo con nuestros sentimientos, comenzó a llover.

Por su rostro corrían lágrimas que terminaban por el borde de sus labios junto con un sin fin de gotas de lluvia, su piel se encontraba roja de lo que había llorado y se encontraba helada por la fría noche en la que estábamos. Sin contar con la infinidad de heridas que viajaban por sus mejillas.

El contacto de sus manos y las mías provocaba un sentimiento de abismo en mi pecho, sentía que si él me tocaba todo mi universo quemaba y solo éramos él y yo. Pero esa noche el abismo dolía. Ya no era esa mirada que me enamoraba la que él estaba sosteniendo en este momento, era una mirada perdida. Era tristeza. Era oscuridad escondida entre mis confusiones y temores. Este abismo ya no era bueno. Este abismo era yo.

IBIZA ✔️ || Historia Finalizada||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora