Estábamos dentro de nuestra cabaña, Danilio y yo solos, él estando sentado en la cama con la cabeza agachada y yo caminando de un lado a otro por todas las zonas del interior se nuestra cabaña. Después de que me dijera que nos había sentenciado a muerte pensé que sería broma, pero cuando mi padre lo confirmó el corazón me latía con tanta fuerza que casi ni pude sostenerme en pié, pero ahora que estamos a solas y lo tengo a mi lado no dudaba en preguntar hasta estallar.
—¿Pero qué habéis hecho, Danilio? ¿con quién estuviste hablando? ¿qué es todo esto de la sentencia?
—Por favor, mi mar, escuchame, te lo contaré todo si te relajas un poco, quiero explicártelo calmadamente.
—Sabes que no puedo, me es imposible si aún no encajo todo en mi cabeza, así que empieza a hablar. —dije aún dando vueltas pero mirándole de vez en cuando mientras empezaba a hablar.
—Bien, todo empezó cuando te conocí, hace ya unos años como bien sabes, pero a parte de ti también conocí a tu padre y para entrar a tu vida sólo tenía que hacer un trato con él.
—¿Un trato? ¿de qué hablas? —Me quedé al fin quieta para mirarle fijamente a los ojos, teniendo mis brazos cruzados por dejando de mi pecho estando bastante indignada.
—El trato consistía en ayudarle a ganar más dinero a cambio de casarme contigo...
Abrí mis ojos totalmente, asombrada ante su confesión pero dolida por el hecho de que mi propio padre me vendiera.
—¿Entonces no me amabas?
—No, no, no, no. No es eso mi mar. —se acercó a mí y me tomó por mis mejillas para así acariciarlas, dándome un cálido beso en mis labios y poder mirarme en el modo más tranquilizador que pudo.— Te amaba desde el primer día en que te vi, antes de conocer a tu padre incluso.
Eso en cierto modo me alivió, mi esposo se casó conmigo por amor y tuvo que cargar con las consecuencias de mi padre.
—¿Cómo llegásteis entonces a tal punto?
—Tu padre desde mucho tiempo atrás ha estado negociando con la alta nobleza del reino, ellos nos daban monedas de oro y nosotros le dábamos la cantidad exacta de animales que querían para el banquete real u otras cosas, pero nos hemos visto escasos de animales y cada vez nos dan menos dinero para pagar la comida y la lana.
Me quedé mirándole, sin saber muy bien qué decir o cómo reaccionar, tenía mis labios temblando, la vista se me hacía cada vez más borrosa por el aguante de no estallar en llantos. Quería gritar, quería más explicaciones, quería entender incluso lo que se me pasaba por la cabeza en ese momento, ¿era odio? No, ¿traición? Tal vez, ¿Decepción? A gran escala.
Terminé endureciendo la mirada sin poder evitar soltar una rápida lágrima y mirarle con desdén.
—Sabías muy bien en lo que te metias, y aún así parece ser que les has cabreado, condenandonos a todos a muerte, has llegado demasiado lejos, Danilio.
Me giré en dirección a la salida de la cabaña pero su agarre me impidió salir de éste, haciéndome girar de nuevo pero en su dirección ya con un tono de enfado en mi mirada.
—Mi mar, no, escúchame, me metí en esto por amor, por amor y lealtad a ti, esto de condenarnos a muerte fue obra de tu padre cuando amenazó con no darles nada si ellos no nos daban lo que nos debían, tu padre también miró por su familia, sabía que necesitábamos más para alimentar a tantas bocas. Créeme, mi mar, cometimos el error de envolvernos en este lío pero juntos saldremos de ésta ilesos, me encargaré de que no te hagan daño, ni a ti ni a nuestro pequeño Océano.
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Edevane
Historical FictionAño 1246 d. C. 𝐸𝑙 𝑅𝑒𝑖𝑛𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝐺𝑒𝑚𝑎𝑠, gobernado por un rey benévolo e inteligente, quien dió semejante nombramiento a su reino en honor a lo valiosa que fue su conquista, entre ellas su más noble y carismática esposa. La reina dió a...