IX. Siempre he querido hacerlo

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2022: Final de la Copa Mundial de Quidditch entre Corea del Sur y Australia con sede en Francia, vencedora del último Mundial de 2018.

—Tom... ¿Quieres dejar de mirarlos, por favor? —Preguntó Harry, revirando los ojos y observando cómo los gemelos reían y se divertían a su lado.

—¡Míralos! ¡Están muy juntos! —Gruñó el hombre.

—Ay, Tom... —Suspiró, frotándose el puente de la nariz.

El Ministro volvió a gruñir y Harry desvió su atención nuevamente hacia los gemelos, que estaban gritando y saltando mientras movían sus banderitas, cada uno con la australiana y la coreana respectivamente.

Mientras tanto, Tom seguía mirando cómo su hijo Vic reía y se divertía con Ian Malfoy, que estaba al lado del otro adolescente agitando la bandera de Corea.

Ludovic había crecido mucho en esos años, se había vuelto un joven aún más apuesto, había dejado su cabello crecer como el de su padre Harry y seguía disfrutando de lo que más le gustaba, el Quidditch.

Se había vuelto más cercano al joven Ian Malfoy y éste se había ganado la buena voluntad de los gemelos.

El chico también se había vuelto más apuesto; con sus diecisiete años cumplidos y, a punto de terminar Hogwarts, el hermoso chico de ojos plateados e impecable cabello rubio había pegado un estirón inmenso, sacándole casi dos cabezas a Vic (aunque el joven siempre fue más alto que el menor).

Su pasión por el Quidditch seguía a la orden del día y además había conseguido un contrato para jugar en el equipo Nacional cuando saliera de Hogwarts.

Públicamente los dos no eran más que amigos, pero mientras que Tom no estaba nada contento por su cercanía, Harry podía sentir el amor y cariño que se tenían. Estaba muy feliz por su primogénito y le encantaba que él sintiera todo lo que él había sentido —y seguía sintiendo—, porque estar enamorado es una experiencia maravillosa si sabes quién es el indicado.

—No sé por qué te preocupas tanto —suspiró Harry, cansado del tema— nuestro pequeñín tiene todo el derecho a enamorarse.

—Pero de un Malfoy... —Gruñó el hombre.

—Estás obsesionado con esa gente, Tom Riddle.

Harry perdió la paciencia, se levantó del asiento y salió del palco Presidencial en dirección a los pasillos, dejando atrás a su esposo e hijos.

Decir que estaba cansado de la testarudez de Tom era decir poco.

Él comprendía perfectamente que los Malfoy eran unas personas de mucho cuidado, pero también sabía, sentía, que el heredero no tenía ninguna mala voluntad para con su hijo.

Odiaba que Tom no pudiera ver lo mismo que veía él, porque no tenías que ser muy inteligente para darte cuenta que los dos jóvenes se contenían por algo, y estaba seguro que ese algo era Tom.

—¡Harry! —Llamó el Ministro a sus espaldas.

El pelinegro paró en seco y se giró, encarando a su esposo.

Todo comenzó en los Mundiales de Quidditch [Tomarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora