El Invernadero

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Totalmente distintas una a la otra duermen en el mismo cuarto al fondo, un cuarto que se encuentra enfrente del invernadero. Sus padres duermen en la habitación principal subiendo las escaleras. Existe otro cuarto el cual no entran, su padre guarda herramientas, su madre cajas que están cerradas. Una duerme, la otra toca las estrellas entre flores, flores que sobre saltan la tierra con un temblor, pétalos cada vez mas coloridos y gruesos, me estoy preguntando si su otra hermana en verdad solo duerme sin soñar nada. ¿Le habían robado sus sueños al guardarle el secreto? Cada tarde al ver que su hermana toma valor de ser otra persona, un hombre que se oculta en el invernadero se pregunta si es feliz... Y con esa misma pregunta se despierta en las mañanas. Cuando se despierta voltea a su lado para ver la otra cama, la encuentra vacía, bien tendida sin arruga alguna en las orillas. se ponía de pie y gustaba de escoger su ropa poniéndola obre la cama de ella.
Muereté a petición mía. muérete hombre que vive en el cuerpo de mi hermana, le había dicho mientras guardaba la ropa en el closet y encontró unas botas de piel. Tantos zapatos como secretos. secretos que se guardan en en el filo de un broche de ropa que oculta la ropa de hombre entre vestidos rosas. Un sentimiento destrozado la apaña. La vuelve ligeramente paranoica, no logra distinguir entre lo preocupante que puede ser el que vaya un hombre a comprar ramilletes de flores del mismo color, "Rojas" en diferentes horarios, todos los días, pero en cada visita, quien lo atienda les hace preguntas poco usuales. Para formar una bitácora de itinerarios de la familia. Ese hombre es el hombre carroñero que sabe mas de la intimidad de su hermana que ella misma, pues de alguna manera lo sabe. Pasaran algunas semanas para que el hombre pueda entrar como un invitado trayendo su eclipsanté abominación con el.
¿Ya lo sabe mi padre?
Erizo la piel de ambas. un cuervo tocaba la ventana. las dos voltearon al escuchar el escalofriante sonido del pico en el cristal.
Ya, respondió la madre.
¿Crees que ella lo hizo?
No lo creo, tomo su mejilla agachandola a el pecho. En la mañana habían encontrado los pasillos del invernadero destrozado como si pequeños hombrecillos con furia y coraje hubieran tenido un festín en el. Ella era la única que se levantaba en las madrugadas, una noche sin despertar de su sueño bajo despacio las escaleras con su bata oscura puesta se dirigió a la cocina y tomo un cuchillo, tomo verduras del canasto que su madre había cosechado, sentía la textura, despierta no lo hubiera hecho. No traía sus guantes blancos, empezó a picar para cocinar. Toda la familia estaba angustiada al pensar que podría hacer algo peor tomada por su sonambulismo. el estrés de todo a su alrededor agudizaba su problema.
Trataron el asunto con sumo sigilo, como si nadie estuviera enterado. La madre abrió la puerta de la cocina en silencio, estaban sentados esperando que su sirviera el estofado de carne que había preparado sola, ese día no pudieron vender flores, tenían que reparar el invernadero. Faltaba una de ellas en la mesa.
Salió de la cocina su madre, venia con el estofado dirigiéndose a la mesa. La comida estaba caliente esperaron algunos minutos, esperaban que bajara de su cuarto para cenar.
Exclamó la madre con tristeza:
¡No bajara a cenar! Iré por ella.
No. Lo are yo, subiré.
Subió el padre. En cada paso se preguntaba el porque lo había hecho, sus hijas no convivían como antes pero eso no significaba que tuviesen algún problema una con la otra. Ya no eran pequeñas pero tampoco son adultas . ¿Que la llevo a destrozar el invernadero? ¿Cual era ese resentimiento?
Las escaleras tenían pisadas con tierra húmeda. Camina a su cuarto, con la luz apagada. La encuentra postrada en la ventana a la espera de la total oscuridad, viendo el invernadero.
--¿Si sabes que no lo hice verdad?, ¡Padre!
-¿Porque tienes lodo en las orillas de los zapatos?, te pedí que no regresarás ahí
-Sino fuiste no tienes porque esconderte y si lo hiciste tienes que dar explicaciones que no serán en este momento
Baja a cenar, te estamos esperando.
Quitándose los zapatos podía jurar que su padre era incrédulo a sus palabras, errante tomo valentía para no mirar a su hermana durante la cena y a sus padres despreciarlos un tanto por los hechos.

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