Me desperté más temprano de lo habitual al siguiente día. Había dejado mi ventana abierta durante la noche, por lo que un sillón y una pequeña parte del suelo quedaron empapados y con gotas de lluvia y un par de hojas verdes se habían colado hasta llegar a mi cabello.
Me estiré perezosamente, bostecé varias veces y rasqué mi cabeza hasta que decidí saltar de la cama y preparar mi desayuno. A pesar de ser vacaciones, mis padres seguían descansando los domingos; Y como estábamos a jueves, tenía la casa solamente para mi hasta muy tarde. Podría hacer lo que quisiera -menos una fiesta salvaje, claro-, y no tendría que preocuparme por los regaños ni insultos provenientes de mi madre.
Saqué una pequeña rama de mi cabeza y me reí un poco, mientras juntaba mi ropa sucia e intentaba acomodar un poco mi cuarto -si, se podrán dar cuenta que soy muy salvaje cuando estoy solo-. Miré el reloj azulado encima de mi mesita de noche y de golpe volví a la realidad. Al igual que mis padres, yo también tenía un trabajo, y si no me daba prisa, llegaría más que tarde.
Sin pensarlo dos veces, me saqué la ropa interior -no sé dormir con mucha ropa-, y tomé una toalla gris que encontré en el pasillo camino al baño y La eché sobre mi hombro. Una de las mil ventajas de estar solo en mi casa, es que puedo andar de un lado a otro casi desnudo sin que mamá se desmaye o tias con paros cardíacos. Por supuesto, evitaba las ventanas abiertas y las miradas morbosas de mis vecinas.
Cerré la puerta del baño por detrás de mí y dejé la toalla encima del inodoro -no se preocupen, está perfectamente limpio-. Giré las perillas de la bañera de mármol y cascadas de agua brotaron de ella. Heladas, por supuesto.
Dejé reposando un poco el agua y miré mi rostro en el espejo. Mi enbarañado cabello oscuro se levantaba en todas las direcciones posibles, como si me hubieran electrocutado o algo parecido. Mi rostro que normalmente era bronceado por el sol de California, se veía pálido en días como estos. Tenía una Nariz un poco pequeña. Y unos pequeños ojos dormilones entre un color marrón castaño y un poco, solo un poco de color verde a mi parecer.
Cuando el agua estuvo finalmente lista, me metí a la bañera y me hundí por completo en esta. Aún no podía creer que el trabajo de Niñero que había obtenido. Le había hecho uno que otro comentario a George por teléfono y el optó por cambiar de opinión. Que gran apoyo. ¿No?
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Media Hora más tarde, me encontraba en casa de la señora Stanley. Esta vez, había cambiado mi tan informal ropa por algo más "elegante". Llevaba un sueter de lana mangas largas color verde, unos pantalones color caqui y unos zapatos de cuero marrones. Me veía más decente que la vez anterior para mi opinión.
La señora Stanley me acompañó hacia el vestíbulo principal de su casa y se sentó a mi lado en un gran sillón negro.--Sabes Paul, he hablado con mi hijo sobre esto, y bueno, el realmente no está muy conforme con la idea-de nuevo estaba moviendo sus manos nerviosamente sobre su regazo-. Tal vez esta no fué la mejor decisión que haya tomado así que...
--¡No!-dije rápidamente. Julia me miró con una expresión confundida y continué-. Es decir, tal vez yo podría ayudarlo. <<Piensa Paul, Piensa>> usted me ha dicho que es de mi edad, ¿no? -ella asintió- ¿tiene hermanos?
--Una, pero ella es mayor que él y está con su padre, ellos ni siquiera viven aquí.
--¿Lo ve? No tiene a nadie más de su edad. No quiero ofenderla, pero tal vez el se sentiría mejor con alguien que pueda entenderlo más. Podría hacerme su amigo -Julia asintió, convencida- <<Bien Paul, tienes Princeton asegurado>> Pensé.
--Tienes Razón. Solo una cosa -ella vaciló- John es... bueno, él puede ser demasiado terco para su edad -dijo mientras pasaba sus pequeñas manos por su cabello-
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Corazón Ciego - [McLennon]
Fanfiction¡No! ¿Sabes Qué? ¿Podrías dejar de ser tan estúpido por un momento y dejar de gritar? ¡Estoy Harto!" . . . . . .