Capítulo 34 | Dolor aceptado

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Antonelle no duró dos semanas.

Su estado era crítico, y ella nunca colaboró o puso su mejor cara para mejorarse. No quería que la cuidaran... Ella nunca quiso que nos la pasáramos sumidos en ella día y noche, los últimos siete días estuvo pálida, calva y dormida. Era la peor última imagen que podía tener de ella pero no era capaz de quedarme alejada de ella. Es cierto que estaba cansada pero también estaba destrozada, por alguna razón, siento una culpa en lo más profundo de mi corazón. Estábamos al menos un setenta por ciento seguros que ella estaría para mi cumpleaños número dieciocho el otro treinta tratábamos de que ella no nos empujara a estar fuera de la habitación sin cuidarla, sabiendo lo riesgoso que era.

Cuando nos enteramos que había muerto, Charlie comenzó a gritar su nombre rogando que se quedara con nosotros. Yo... solo me acomodé de costado mirando hacia el ventanal rogando que lo que estaba pasando que acabara ya. Luchando contra no gritar mientras mis lágrimas se desplazaban por mis mejillas, había muerto justo dos semanas antes de mi cumpleaños, justo cuando ya estaba por irme o eso pensaba antes de hacer las paces con ella.

Ese día no era capaz de levantarme de la cama a darle la cara a nadie, no sabía de nadie, mucho menos de Casey porque en estas dos semanas él no se había reportado al menos para decirme si estaba bien. Me resigné el día que Antonelle murió, tiré todo a la borda y no quería saber nada de nadie en lo absoluto.

Hasta que el abuelo llamó.

Caramelo...

Sollocé a través de la línea deseando que su voz estuviera cerca de mí y que sus brazos estuvieran cubriendo el caparazón que siempre llevé y se había roto cuando escuché los gritos de Charlie.

Estaré ahí esta tarde, no estarás sola por mucho tiempo...—Él también sollozó. —No voy a volverte a dejar sola, Lev.

Fui una maldita todo este tiempo desde que llegué a su casa y ella me perdonó, y aunque yo no había sido capaz de perdonarla del todo siento que se ha llevado una parte de mí que había conseguido hace poco de nuevo.

Cuando colgué el celular, unas manos se desplazaron por mis hombros arrimándome cerca de su cuerpo y sin poder controlarlo me desbordé en los brazos de Mus. Ella también se sentía mal por el hecho de que ella ya no estaba y al parecer era el único consuelo que teníamos Charlie y yo en estos momentos.

— ¿Crees estar listas? —Me susurra cepillándome el cabello luego de que me separara de ella.

Asiento a medias mirando al suelo.

Me levanto despojándome de la bata de baño y me pongo un vestido negro que Mus me había sacado de mis cosas, ella apenas me hizo tapar mis ojeras y yo alcé mi cabello en una coleta sin más nada que hacer.

Lo que más odiaba de los funerales, era que todo el mundo quería estar encima de ti tratando de entender tus penas. Es cierto que mis pensamientos son muy hipócritas y maleducados, pero me bastaba con tener un peso enorme encima para estar recibiendo la lastima de los demás. No me quejaba de los chicos, tampoco del abuelo ni de Charlie, pero Antonelle tenía un millón de gente que la conocía y que todos viajaron hasta New York para verla muerta.

Y que no me conocían para estar abrazándome.

—Lev, mi pequeña. —Veo al abuelo delante de mí con su novia, estaba destrozado también. Él comprendía mi dolor tanto como Charlie, éramos los únicos que supimos amarla como ella era realmente.

Me fundí en sus brazos tragándome las lágrimas para que nadie me viera, no podía mostrarme débil porque este era el único día que podía demostrar mi debilidad pero ni siquiera porque ella no estaba era la excusa para mí. Ella me necesitaba fuerte, como siempre lo he sido y no podía dejar caerme por nada porque sé que Charlie me necesitaba.

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