Segunda carta

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Querida Charlotte:

No sabes las ganas que tengo de golpearme a mi mismo ahora, no pude evitar sentirme terriblemente mal cuando vi esa pequeña lagrima deslizarse en tu palido rostro. Quise correr y abrazarte y de no ser porque probablemente me despacharias con una patada en el culo  lo hubiera hecho. 

No se que pensaste al leer mi carta pero realmente quisiera saberlo, mis intenciones no son malas, por favor no te asustes, no huyas de mi.

Anónimo.

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Cartas a una suicida:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora