Capítulo 1

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Los pasos rápidos se escuchaban por las escaleras, cada vez más fuertes, con dirección a la cocina.

—¡Gané! — El grito de una niña de doce años resonó en toda la cocina, quien llevaba un pijama descolorida de color rosado con dibujos de conejitos blancos y un cabello revoltoso apuntando en toda dirección. — ¡Gané, papá!

—¡Eso no es verdad! —La voz del padre se hizo presente, quién ingresó a la cocina a los pocos segundos con un fingido enojo y un poco de fatiga. — ¡Hiciste trampa!

—¡No es verdad! —Reclamó la pequeña competitiva — ¡Me quisiste encerrar en mi cuarto!

Un carraspeo interrumpió el comienzo de una discusión sin sentido.

Padre e hija se giraron a ver la persona en cuestión viendo a una mujer de cabello negro suelto que le llegaba hasta la cintura junto con un atuendo cómodo (Jean y un polo suelto de cuello redondo y de color negro).

—Buenos días a ustedes también.

—Perdón — Murmuró la pequeña en voz baja, pero se acercó a su madre a pasos apresurados dándole un abrazo por la cintura — ¡Buenos días a ti también! — Exclamó con alegría olvidando lo anterior con rapidez impresionante para luego ir a sentarse en la silla de la isla de la cocina esperando con ansiedad el delicioso desayuno que su madre preparaba. Podía sentir el olor a carne seca inundar sus fosas nasales.

—Buenos días, cariño — Saludó a el señor de la casa, acercándose a ella dejando un casto beso sobre los labios de su esposa. —Se me pegaron las sábanas.

—Lo noté —Respondió su esposa volviendo su atención al sartén. Señalando los armarios con un ligero movimiento de cabeza, añadió — Saca las tazas y algunos platos para servir de una vez, antes que el pequeño barril sin fondo que está sentada muera de desnutrición.

El señor sonrió. Y miró sobre su hombro viendo a su pequeña hija con la quijada sobre la mesa contemplando el tazón de frutas con anhelo.

—Hija, ayúdame con las tazas, por favor —La pequeña se levantó de un salto, ante la orden de su padre, y arrastró la silla hasta un armario cercano al refrigerador. Subiéndose a este, abrió la puerta y sacó tres tazas. Una de ellas decía 'Amamos a papá' con letras de color azul, en otra decía 'Mamá es la mejor' y en la pequeña decía 'Los muggles no beben en esta taza'

Sosteniendo fuertemente las tazas, saltó de la silla haciendo que esta se moviera centímetros hacia atrás.

—La flojera te puede costar, SooAh. —Regañó su padre con preocupación ayudándole con las tazas. — Uno a uno, hija.

Do MinAh no tardó en servir la carne y los huevos en los platos que le había alcanzado su marido, mientras que este servía el café y la leche chocolate en cada taza.

La familia Do consta de tres miembros. Una esposa con una personalidad cálida y amorosa, quién era la imagen de su propia compañía de cosméticos que ayudaban a mantener una piel radiante y saludable. Un esposo detallista, amoroso y protector, quién venía de una familia adinerada siendo dueño de una compañía de videojuegos que llevaba en el mercado alrededor de sesenta y cinco años. Y una pequeña hija de doce años, quién era la engreída de la pareja de esposos y además que dentro de una semana comenzaría la escuela primaria formal.

—Adivinan qué, SooAh —Comenzó el señor Do luego de dejar la taza de su hija en la isla. Ésta levantó la cabeza mostrando así sus mejillas abultadas de comida. La señora Do suspiró y tomando una servilleta de tela limpió los restos de comida de las comisuras de los labios de la menor. — La lista escolar ya me llegó.

SooAh pasó rápidamente la comida y después de un '¡Por Dios, SooAh, te ahogarás!' de parte de su madre, habló — ¿Cuando?

—Anoche lo vi, pero había llegado más temprano — Contestó mientras tomaba unas tostadas de una canasta cercana.

—¡Al fin! — Exclamó contenta — ¿Cuándo iremos a comprarlo? ¡Quiero escoger mis cuadernos, colores, plumones, lapiceros...! —Se interrumpió — Quiero escogerlo yo, madre — Mencionó mientras miraba a la señora Do bebiendo su café — No quiero llevar este año esos cuadernos de princesa —Realizó una mueca desdeñosa — Quiero uno de mis gustos, ¿por favor, sí?

El señor Do escondió una sonrisa juguetona detrás de su taza, mientras miraba a su esposa, esperando una respuesta.

—Creí que te gustaba.

SooAh suspiró mientras tomaba una cucharita para remover su chocolate. —No quería hacerte sentir mal, mamá. Pero aquello no me gustaba mucho. ¿Por qué crees que lo forraba?

—Bueno... Está bien. Ya comienzas la primaria formal, tienes doce años... —Suspiró — Es hora que comiences a elegir tus propias cosas.

SooAh sonrió abiertamente mostrando la hermosa sonrisa en forma de corazón que había heredado de su abuela materna.

—¡Gracias, madre! — Dirigiéndose a su padre, añadió — ¿Iremos hoy, papá?

El señor Do dejó de masticar su carne seca — Sí, pero antes debemos ir a otro lugar. Por lo que quiero que después del desayuno te asees y cambies lo más rápido posible, ¿de acuerdo?

—¿A dónde? —Preguntó — ¿Iremos a una tienda de zapatillas? Porque las últimas ya se despegaron.

—SooAh. —Llamó su madre seriamente — ¿Nuevamente estuviste jugando fútbol con los niños?

La menor asintió. Ella tenía un grupo pequeño de amigos en el vecindario con quienes jugaba diariamente, ya sea básquet, futbol, béisbol incluso voleibol (el cuál era el deporte favorito de SooAh) Donde terminaba de desgastar sus zapatillas y pantalones (a la altura de la rodilla)

—¿Cuantas veces te he dicho que puedes salir lastimada? —Regañó suavemente el señor Do — Son niños, en ocasiones juegan tosco...

—Lo sé, papá — Suspiró, tratando de no dejar hacer notar su voz de manera hostil — Pero son vacaciones... Además que no hay muchas chicas en el vecindario con quienes jugar ¡Tienen miedo a ensuciarse! — Exclamó con fingida indignación.

El señor Do rio pero se calmó al ver la mirada de su esposa.

—Por suerte ya comienzan las clases — Interrumpió la señora Do — Y ahí te entretendrás con nuevas amistades y no estaré preocupada de que te rompas el cuello.

—Eso si es que no se mete en el equipo de Voleibol del colegio —Comentó el señor Do distraídamente para luego meter el pedazo de tocino que sobraba en su boca ignorando la mirada iluminada de su hija y el entrecejo fruncido de su esposa.

Creciendo Juntos [1]➵ [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora